Sitio para la espiritualidad Hispana, Visigótica y Mozárabe
Historia y espiritualidad del «Funis » o Cordón de la oración
En las muñecas de nuestros jóvenes cristianos observamos un cordón negro o granate, con treinta y tres nudos donde predomina una cruz o una cuenta. Su uso, recuperado hoy en ambientes cristianos ligados a la Liturgia Hispana, viene de una antigua tradición: el cordón entregado a los monjes como un sacramental para la repetida invocación del santoNombre de Jesús. Nosotros le damos el nombre latino deFunis precationis o “cordón de oración” en español, si bien entre los orientales se le denomina Chotki en ruso,Komvologion en griego y másbaja en árabe.
“Kyrie eleison”
Jesús no sólo oraba constantemente sino que enseñó la necesidad de «orar siempre sin descanso» (cf. Lc 18, 1) mandando a los suyos: «Velad y orad en todo tiempo» (Lc 21, 36). En no pocos lugares esto se concretó en la antigua y breve fórmula de la tradición cristiana <Kyrie eleison> o en su expresión más elaborada: Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador (cf. Catecismo 2667).
Es esta una oración eminentemente bíblica ya que todos sus elementos se encuentran en la Sagrada Escritura. Tal invocación es la oración humilde del publicano que, en el Templo, aspira a la misericordia divina: «¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, pecador!» (Lc18, 13); podemos reconocerla en la petición de los dos ciegos: «¡Ten piedad (eleison) de nosotros, Hijo de David!» (Mt 9, 27); de la mujer cananea: «¡Ten piedad (eleison) de mí, Señor, Hijo de David!» (Mt15, 23) y en aquella del padre del epiléptico: «Señor, ten piedad(eleison) de mi hijo…» (Mt17, 15). En la súplica de los diez leprosos hallamos la invocación del santo Nombre: «¡Jesús, Maestro, ten piedad (eleison) de nosotros!» (Lc 17, 13); y, con la confesión de su filiación davídica, en el ruego del ciego Bartimeo en Jericó: «¡Hijo de David, Jesús, ten piedad (eleison) de mí!» (Mc 10, 47-48; Lc 18, 38-39).
A la súplica eleison se le añade el santo Nombre del Salvador: Jesús = Dios salva. En la enseñanza del mismo Cristo el nombre designa su misma persona: «Os aseguro que, si pedís algo en mi nombre, el Padre os lo concederá. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid y recibiréis, así vuestra alegría será completa» (Jn 16, 23-24; cf, 14, 12-14). Cristianos, por lo tanto, son los «que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo lugar» (1 Cor 1, 2) y confiesan sin ambages que: «No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros podamos salvarnos» (Hch 4, 12). Por eso, «al nombre de Jesús, toda rodilla se doble —en el cielo, en la tierra, en al abismo— y toda boca proclame que Jesucristo es Señor» (Flp 2, 9-11). Los cristianos han orado con la convicción de que «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará» (Rom10, 13; Hch 2, 21; cf. Jl3, 5).
Esta reiteración del nombre de Jesús glorificando al Dios Trino y Uno, tres veces santo, se remonta, de manera organizada, al antiguo Egipto. Los monjes coptos se ejercitaban en la repetición litánica para buscar la quietud del espíritu (hesicasmo) orando sin cesar según la indicación apostólica (cf. 1 Ts 5,17). En el siglo IV entró en la liturgia de Oriente la aclamación Kyrie eleison (¡Señor, ten piedad!) y desde allí, por el Sur de Francia, penetraría en el culto occidental (romano, ambrosiano e hispano-gótico). De esta manera, oración litúrgica y oración privada caminaban al unísono.
Contemporáneamente predicaba san Juan Crisóstomo:
Aunque estés fuera de la iglesia, exclama:< Ten piedad de mí>. No te contentes con mover los labios, grita con el pensamiento. Incluso los que se callan son escuchados por Dios. Lo que importa no es el lugar. Reza de viaje, en la cama, en el trabajo, en cualquier lugar que sea (Homilía 10).
Y hoy el Catecismo de la Iglesia nos enseña:
Esta invocación sencilla ha sido desarrollada en la tradición de la oración bajo diversas formas en Oriente y Occidente. La formulación más habitual transmitida por los espirituales del Sinaí, de Siria y del monte Athos es la invocación:
“Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten piedad de nosotros pecadores” .
La invocación del santo nombre de Jesús es el camino más sencillo de la oración continua. Repetida con frecuencia por un corazón humildemente atento, no se dispersa en palabrerías… Es posible en todo tiempo, porque no es una ocupación al lado de otra, sino la única ocupación, la de amar a Dios, que anima y transfigura toda acción en Cristo Jesús (Cat 2667s).
El “Funis” o cordón…
El Funis es un cordón, a manera de sarta de cuentas, tejido de lana en memoria de Jesús, el Cordero de Dios. La tradición revela el significado de sus colores: negro, como referencia al luto del pecado que lleva a la muerte, y borgoña, por la sangre de Cristo derramada en la Cruz por nosotros. Algunos funis rematan en una pequeña cruz redentora o en una borla a manera de lágrima en señal de penitencia por los pecados.
Ya desde antiguo, para evitar la distracción, los monjes se valían de un cordel salpicado de nudos (100, 50 o 33 según los diversos usos) que se iban desgranando al compás de la plegaria. Los maestros espirituales lo comparaban con la escala de Jacob -elemento de subida al cielo- siendo apreciado como la espada del Espíritu -arma contra las tentaciones de Satanás-. Su uso y difusión en la Tebaida (Egipto) se quiere hacer remontar a los santos Pacomio y Antonio (s. IV) y en las lauras palestinenses a Macario (s. IV), Diadoco de Fótice (s. V) y Casiano (s. V). Con Palamas, Cabasilas, los monjes de Athos y con s. Sergio – padre del Monacato Ruso – esta costumbre alcanzó una gran difusión desde el s. XIV. Desde entonces la cuerda de oración ha ganado gran popularidad en el monacato oriental y ha sido de uso común, con el correr del tiempo, entre los mismos laicos.
Tradicionalmente la fórmula de su entrega reza así:
“Recibe hermano/a N, la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios (Ef 6,17) gracias a la oración perenne; mediante ella has de tener el Nombre del Señor Jesús en tu corazón y tus labios, repitiendo insistentemente:
<Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador> “.
… de oración (“Precationis”)
«Esta oración, dice un texto de la Filocalia, nos viene de los santos apóstoles. Les servía para orar sin interrupción, siguiendo la exhortación de san Pablo a los cristianos de orar sin cesar». El cordón, entregado antiguamente a los monjes orientales como instrumento que favoreciese la plegaria, se ha recuperado hoy en ambientes monásticos en Córdoba (Argentina) como expresión de la oración constante. En Madrid (España) se difunde entre los que oran según la tradición gotho-hispana. De esta manera, la comunidad cristiana sigue intentando vivir el mandato del Maestro: «Haced en todo tiempo, mediante el Espíritu, toda clase de oraciones…» (Ef 6, 18).
Por ello, diversas fórmulas se emplean en las plegarias que se hacen con el cordón:
1. “Kyrie eleison”:
es aquella que pronunciaron los apóstoles; su repetición pausada sigue siendo el método más sencillo. Es la oración que el Espíritu inspira (cf. 1 Co 12, 3).
2. “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad mí, pecador”:
al reconocimiento de su señorío divino (cf. Jn 21,7) se incorpora el nombre de Jesús, el Ungido (cf. Lc 1, 43; 2, 11); esta fórmula enriquece la invocación con la confesión de su filiación divina (cf. Jn 1, 18; Act 8, 37; 1 Jn 2, 23) y con el reconocimiento humilde de nuestras culpas (cf. Mt 1, 21; Lc 1, 31; Mc 2, 7).
3. “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros”:
el trisagio es de honda tradición oriental y visigótico-mozárabe. En el Rito romano se canta el Viernes Santo, en griego y en nuestra lengua, ante la Cruz que se adora.
4. “Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme” (Salmo 69):
es la tradicional invocación agustiniana para la tentación y el versículo que abre la oración litúrgica en las horas diurnas del Oficio Divino.
5. “ Maranatha; Ven, Señor, Jesús”.
mientras se desgranan las cuentas en el Tiempo de la Manifestación del Señor (Adviento y Navidad).
6. “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de (N.)”:
mostrando que la Oración de Jesús no posee un exclusivo carácter individual, puesto que también suele usarse como una oración de intercesión por los vivos y difuntos.
7. “Por la intercesión de la Virgen Madre de Dios,
Señor, Jesucristo, ten misericordia de mí”:
fórmula que incorpora la devoción a la Theotokos, Santa María.
Además de este septenario encontramos la <Oración de Jesús> con otras fórmulas:Creo, Señor, pero aumenta mi fe (Mc 9, 24); Sálvanos, Señor (Mt 8, 25); A tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23, 46); Señor, ¿qué quieres que haga? (Hech 22, 10); Señor, ten misericordia de mí, que soy un pobre pecador (Lc 18, 13); Acuérdate de mí, cuando llegues a tu reino (Lc 23, 42); Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34); Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo (Jn 21, 17), etc. Notemos, al hacernos eco de estas invocaciones reiteradas, que en la España de la época visigoda (ss. V-VIII) y mozárabe (ss. VIII-XII) era habitual repetir incesantemente al comienzo del Triduo Pascual la impetración Perdón o Indulgencia.
Orar con el corazón
Decir “Jesus” es invocarlo desde nuestro propio corazón (Catecismo 2666). Como el Nombre de Jesús contiene todo, las palabras de las fórmulas que utilicemos pueden variar aunque los maestros espirituales recomiendan que la invocación sea breve y fija: «oración monológica».
La invocación del santo Nombre de Jesús es el camino más sencillo de la oración continua. Repetida con frecuencia por un corazón humildemente atento, no se dispersa en “palabrerías” (Mt 6, 7), sino que “conserva la Palabra y fructifica con perseverancia” (cf Lc 8, 15). Es posible “en todo tiempo” porque no es una ocupación al lado de otra, sino la única ocupación, la de amar a Dios, que anima y transfigura toda acción en Cristo Jesús(Catecismo 2668).
Con el rosario de tradición occidental o con el cordón oriental es preciso orar; ahondar en la oración del corazón. Podemos sentarnos en un lugar retirado y tranquilo, lejos del ruido y el movimiento, buscando el silencio o podemos orar caminando, intentando buscar a Dios en medio de las ocupaciones cotidianas. La experiencia enseña que al adecuar la oración al ritmo respiratorio, el espíritu se calma, encuentra el «reposo» (hesychia, en griego) y la paz. El que respiración e invocación vayan parejas en la vida del orante persigue un ideal: que los latidos del corazón acompasen la plegaria: “El nombre de Jesús es un perfume que se expande» (cf. Cant 1, 4) y que se ama respirar. El soplo de Jesús es espiritual, cura, arroja los demonios, comunica el Espíritu Santo (cf. Jn 20, 22)”.Esta es la espiritualidad que difundió el famoso relato El Peregrino Ruso difundido desde Kazán (Rusia) en el s. XIXy que hoy se recupera entre nosotros.
En casa o en la iglesia -en todo lugar – hay que pedir al Espíritu superar la tentación de la acedia y respirar con calma, lenta y profundamente, orando en el nombre del Señor Jesús. El cordón en nuestra muñeca es signo de esperanza en nuestro camino hacia la patria donde alabaremos con toda la Iglesia, y de todo corazón, al Dios tres veces Santo; porque, está escrito: «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará» (Rom 10, 13;Hch 2, 21).
Manuel Glez. López-Corps, Pbro.
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