(Esta joya de la literatura bautismal es casi desconocida. Las grandes ediciones de Montfaugon y de Migne no la contienen. Su autenticidad resulta confirmada por los paralelismos con otros sermones del mismo doctor y actualmente no se pone en duda. El desarrollo sobre la sangre y el agua que brotan del corazón de Cristo es particularmente bello. Las alusiones a la Eucaristía son típicas de Juan Crisóstomo, llamado "el doctor de la Eucaristía.")
1. Los neófitos semejan a las estrellas del cielo ¡Dios sea loado! Las estrellas de la tierra resplandecen con una luz más brillante aún que las del cielo. Existen estrellas sobre la tierra porque el Dios del cielo se mostró sobre ella. Brillan en pleno sol y su resplandor es más luminoso que el de las estrellas que sirven a la noche. Los astros del cielo terminan su servicio al levantarse el sol, aquellos de la tierra resplandecen con una luz más admirable cuando aparece Cristo, el sol de justicia. Los primeros desaparecerán con el fin del mundo, los segundos serán todavía más luminosos hacia el fin de los tiempos. Pues está escrito: "Las estrellas del cielo caerán como las hojas marchitas de la viña."107 De los últimos se dijo: "Los justos resplandecerán como las estrellas del cielo."108¿Qué quiere decir: "Las estrellas del cielo caerán como las hojas marchitas de la viña"? Las viñas cubiertas de racimos sacan hojas, pero en el tiempo de cosecha, éstas caen. Lo mismo sucede con el universo. Durante todo el tiempo que él abrigó a la humanidad, el cielo guardó sus estrellas como la viña sus hojas. Cuando la noche haya pasado, las estrellas no tendrán ya razón de ser.
Las estrellas son, por esencia, de fuego. Las estrellas de la tierra también son transformadas en una naturaleza incandescente. Entre las primeras el fuego es visible, entre las segundas, sólo puede verlo el ojo de la fe. "Él os bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego."109 ¿Queréis conocer el nombre de las estrellas? Las primeras se llaman Orion, Nazareth, Arquero, Vespertina, Lucifer. Entre las segundas, no existen estrellas de la tarde, todas son estrellas de la mañana.110
Yo os repito: ¡ Dios sea loado, por ser el único que produce tales maravillas! Él lo ha creado todo, todo lo renovó.
Aquellos que ayer estaban todavía prisioneros, hoy son libres. Aquellos que profesaban el error se han convertido en ciudadanos de la Iglesia. Aquellos que vivían en la vergüenza del pecado han sido ennoblecidos por la justicia.
No son simplemente libres, sino santos; no solamente santos, sino justos; no solamente justos, sino hijos de Dios; no solamente hijos, sino herederos; no solamente herederos, sino hermanos de Cristo; no solamente hermanos de Cristo, sino sus coherederos; no solamente sus coherederos, sino sus miembros; no solamente sus miembros, sino templo; no solamente templo, sino instrumento del Espíritu Santo.
¡Dios sea loado! El, que produce tales maravillas. ¿Ves cuan múltiple es la gracia del bautismo? Algunos sólo ven en ella la remisión de los pecados, mientras que nosotros podemos alinear diez dones de honor. Por esta razón bautizamos también a los niños de poca edad, cuando todavía no han comenzado a pecar,111 para que reciban la santidad, la justicia, la filiación, la herencia, la fraternidad de Cristo, para que se conviertan en miembros y morada del Espíritu Santo.
En cuanto a vosotros, hermanos bien amados, yo puedo llamaros de este modo pues recibí un día la misma gracia del nuevo nacimiento y a causa de mi gran amor hacia vosotros. Yo os ruego que, después de haber recibido gracia tan grande, probéis vuestra buena voluntad. Mostraos dignos de la gracia, pues el honor que se os hará es insigne.
Estos últimos tiempos sólo representaron para vosotros un ejercicio preparatorio, la caída era siempre posible. Hoy comienza el verdadero combate que decidirá la corona. El combate comienza, el estadio está abierto. Acuden como espectadores, no solamente los hombres, sino también los ejércitos celestes de los ángeles: "Hemos sido dados en espectáculo, está escrito, al mundo, a los ángeles y a los hombres."112 Los ángeles os contemplan, el Señor de los ángeles os presenta la corona. Está en juego no solamente nuestra gloria sino también nuestra salvación, el arbitro es aquel que dio su vida por nosotros. En los juegos olímpicos, aquél que otorga la corona ocupa un lugar en medio de los concurrentes, no favorece a nadie con una señal de simpatía, es imparcial. Espera el resultado incierto del combate.
En la lucha con el demonio, Cristo no es neutro, se coloca de nuestro lado. Para convencerte, recuerda que él nos unge con el aceite de la alegría, que él tiende trampas al demonio para lograr su pérdida. Si él ve caer al demonio durante el combate nos grita: "Aplástalo."113 Si nos ve vacilar, nos reanima con la mano de su majestad y nos dice: "¿Acaso el que cae no puede levantarse?"114 El despierta a aquellos que duermen, diciendo: "Despiértate, tú que duermes."115
¿Queréis conocer otras maravillas? Dios nos ha preparado el cielo como recompensa; el demonio, aunque resulte vencedor, es devuelto al infierno y amenazado con el castigo. Si yo logro la victoria, seré coronado. Él será castigado aunque venza. Para convencerte de que, aun victorioso, sufrirá los más crueles castigos, recuerda a Adán y su caída. ¿Qué ganó el demonio? Dios dijo a la serpiente: "Marcharás sobre tu vientre y comerás tierra durante todos los días de tu vida."116 Si Dios castigó y maldijo así a la serpiente visible, ¿cuánto más riguroso será el castigo de la serpiente invisible si su instrumento fue sometido a semejantes tormentos? Si un padre amante descubre al asesino de su hijo, se apodera, no solamente del homicida, sino también de la espada que mató a su hijo y la quiebra. Igualmente Cristo, cuando ve un alma sofocada por el demonio, condena no sólo al asesino a tormentos implacables, sino que también despunta y quiebra su arma.
Preparémonos con confianza para el combate. Nuestras armas son más brillantes que el oro, más duras que el diamante, más centelleantes que el fuego, más ligeras que plumas. Ellas no hieren ni cortan tu cuerpo, sino lo afirman y lo vuelven flexible. Con ellas puedes sin dificultad llegar al cielo. Las armas de la tierra con las cuales el debutante se entrena día tras día son demasiado rudas e inutilizables en el combate espiritual.
Soy hombre, pero he sido llamado a enfrentar a los demonios. Nacido con un cuerpo, debí luchar contra un enemigo sin cuerpo. He aquí por qué Dios me ha dado una coraza que no es de metal, sino de simplicidad y justicia. Dios me ha armado con el escudo de la fe. La palabra de Dios es mi espada. El enemigo se sirve de flechas; yo, de una espada.
El confía en sus tiros; a mí no me faltan, ni defensa, ni armas. El enemigo no se siente seguro, se mantiene a distancia, lanza sus flechas desde lejos, ellas sólo pueden alcanzar al imprudente.
Dios me ha otorgado otro sostén. ¿Cuál? Me ha preparado una mesa con manjares elegidos, para que, fortificado con alimentos tonificantes, combata al enemigo hasta la victoria. Cuando el demonio gesticulante te ve abandonar la mesa del festín celestial, huye como perseguido por un león que arroja fuego, desaparece con la velocidad del viento y no osa ya acercarse.117 Con sólo ver a lo lejos tu lengua enrojecida por la sangre del Señor, créeme, abandona el combate apresurado. Si ve desde lejos sobre tus labios la sangre de Cristo, huye espantado.
¿Quieres reconocer el poder de la sangre de Jesucristo? Volvamos a la figura que lo anuncia, a los acontecimientos antiguos que se desarrollaron en Egipto, y que narra la Escritura. En esa época Dios quiso enviar la décima plaga a los egipcios y golpear a todos sus primogénitos hacia la medianoche, porque ellos retenían por la fuerza a los primogénitos del pueblo elegido por él.
Para no golpear al pueblo judío al mismo tiempo que a los egipcios — ambos habitaban el mismo país -, les dio un signo distintivo, un signo maravilloso para que evidencie el poder de la verdad simbolizada. Cuando la cólera de Dios se aproxima y se teme al ángel exterminador que debe visitar toda morada, en ese momento Moisés da la orden: "Inmolad un cordero de un año, sin defecto, y con su sangre señalad vuestras puertas."118 ¿Cómo? ¿La sangre de un cordero puede salvar a los hombres dotados de razón? Ciertamente no, en tanto que sea sólo sangre, pero sí cuando ella simboliza la sangre del Maestro. La estatua del emperador, inanimada y sin vida, da abrigo, según el derecho antiguo, a todo hombre vivo que en ella se refugie, no porque haya sido fundida, sino porque representa al emperador. Lo mismo sucede con la sangre inanimada y sin vida del cordero que puede salvar almas humanas, no porque se trate de sangre, sino porque prefigura la sangre de Cristo. El ángel exterminador, cuando veía la sangre del cordero sobre las puertas, pasaba sin atreverse a entrar; con mayor razón el enemigo se mantendrá a distancia percibiendo, no la sangre del cordero en los dinteles de las puertas, sino la verdadera sangre de Cristo en los labios de los fieles, en las puertas de los templos vivientes de Dios. ¡Si el ángel temía al símbolo, con mayor razón el demonio huirá frente a la realidad!
¿Quieres conocer todavía mejor el poder de la sangre de Cristo? Recuerda su origen. Ella brotó, en la cruz, del costado del Maestro. Cuando Jesús expiró, estando todavía en la cruz, cuenta la Escritura, un soldado vino y abrió su costado con una lanza. De allí brotó agua y sangre. El agua simboliza el bautismo; la sangre, la Eucaristía. Por ello está escrito: "Brotó sangre y agua,"119 pero en primer lugar el agua, luego la sangre. Nosotros somos, primero, lavados en el bautismo y, luego, gratificados con el sacramento eucarístico.
La lanza del soldado abrió el costado y quebró el muro del templo santo. Aquí, yo encontré un tesoro de gracia. Lo mismo sucedió con el cordero pascual. Los judíos inmolaban el cordero y nosotros hemos recibido el fruto de ese símbolo: "Del costado brotó sangre y agua."
No hay que pasar demasiado rápidamente sobre este episodio, rico en significaciones. Consideremos otro misterio que en él se oculta. He dicho que el agua y la sangre son los símbolos del bautismo y de la Eucaristía. Sobre los dos sacramentos, el baño del nuevo nacimiento y el misterio eucarístico, que tienen su origen en el costado de Cristo atravesado por la lanza, está fundada la Iglesia.
Sobre ese costado abierto Jesús construyó la Iglesia, así como Eva encontró su origen en el costado de Adán. He aquí por qué Pablo pudo escribir: "Nosotros salimos de su carne y de sus huesos,"120 pensando en la herida del costado. Dios tomó el costado de Adán para formar la mujer; del mismo modo, Cristo nos dio sangre y agua de su costado para formar la Iglesia. Del mismo modo que Dios había tomado la costilla de Adán mientras dormía en éxtasis, Jesús nos dio sangre y agua después de haberse dormido en la muerte. Allá el sueño de Adán, aquí el sueño de la muerte.
Ved, entonces, la forma en que Cristo se unió a su esposa. Ved con qué alimento somos saciados. Él es, en sí mismo, nuestro alimento y nuestro festín. Como una mujer alimenta a su hijo con leche materna, en cierto modo con su propia sangre, así Cristo alimenta sin cesar a aquellos a los que ha dado la vida del nuevo nacimiento al precio de su propia sangre.
Hemos sido considerados dignos de grandes gracias, llevemos una vida digna de ello. Que las promesas de nuestro bautismo permanezcan grabadas en nuestro corazón. Lo digo claramente: el acta de acusación ha sido desgarrada, estamos iluminados nuevamente por el bautismo. Pero a vosotros, que habréis de ser beneficiados con la misma gracia, os dirijo la misma recomendación. Los mismos lazos, las mismas obligaciones existen para todos. Hemos suscrito el mismo contrato, no con tinta, sino invocando al Espíritu Santo mediante la confesión de nuestra boca. Nuestra lengua nos sirvió como pluma para suscribir nuestra alianza con Dios. He aquí por qué David pudo exclamar: "Mi lengua es la pluma de un escriba veloz."121 Hemos confesado la realeza de Cristo y abjurado de la tiranía del demonio, he aquí el acta, el contrato, el acuerdo que hemos firmado. Velad para que el amo del contrato no os encuentre nuevamente como deudores. Cristo sólo vino una vez. Él encontró el acta de acusación que habíamos heredado de Adán, que la suscribió. Este causó el comienzo de nuestra pérdida y nosotros agravamos su falta con nuestras faltas personales. De allí surgen maldición y pecado, muerte y condena por la ley. Cristo suprimió todo eso. Ello fue lo que hizo exclamar al Apóstol: "Hizo desaparecer el acta de acusación clavándola en la cruz."122 No dijo simplemente que Cristo había borrado el acta de acusación, sino que los clavos de la cruz la desgarraron para que en adelante sea considerada nula y sin valor. Y esto se cumplió, no secretamente, en un rincón oculto, sino al aire libre, frente a los ojos de todos; el acta de acusación fue destruida sobre la cruz levantada. Los ángeles la ven, los arcángeles la contemplan, las potencias se maravillan. Incluso Satanás y los demonios están informados. El acta de acusación fue desgarrada a la vista de los usureros que nos empujaron a la caída, para que en adelante no puedan molestarnos.
El acta de acusación perdió fuerza de ley. Estemos atentos para no contraer una nueva deuda. No existe una segunda cruz, no existe una segunda remisión por un segundo bautismo. Existe sí una remisión de los pecados, pero no un nuevo nacimiento bautismal. Seamos vigilantes y prudentes. Habéis abandonado Egipto. Olvidad la esclavitud y el duro trabajo en las canteras de ese país. Ese trabajo humillan te es la herencia de la locura del mundo. El mismo oro, antes de ser purificado, se asemeja a un terrón de tierra. ¿Has visto milagros más grandes que los que contemplaron los judíos cuando abandonaron Egipto? Tú has visto mgado por las olas, no sólo al Faraón, sino al demonio, ahogados en las aguas bautismales. Los judíos atravesaron el mar, tú las sombras de la muerte. Los primeros abandonaron Egipto, tú la tiranía del demonio. Ellos fueron liberados del yugo de la esclavitud, tú, del yugo del pecado, mucho mis pesado que el de la esclavitud.123
¿Quieres conocer más sobre el honor que se te ha hecho? Los judíos no pudieron ver el rostro transfígundo de Moisés, que solo era un hijo de Adán, un hombre, pero tú has visto el rostro de Cristo en su gloria. He aquí por qué Pablo pudo decir: "Nosotros vimos la gloria del Señor, su rostro descubierto."1" Ellos poseían a Cristo, porque él los seguía, nosotros lo tenemos como protector y sostén. Cristo los seguía a cruz. causa de Moisés. Cristo nos protege, no solamente porque él es el nuevo Moisés, sino también a causa de nuestra fiel obediencia.
A ellos, después de Egipto, les estaba reservado el desierto, las serpientes venenosas; nosotros, después del Egipto de este mundo, esperamos el reino de los cielos con sus múltiples moradas. Ellos tenían como guía a Moisés; nosotros, al Señor y Salvador. Si aplicamos a nuestro Moisés125 aquello que se dice del otro, sabremos que estamos en el camino recto. El rostro del nuevo Moisés respira un espíritu de mansedumbre y su corazón un espíritu de dulzura. En otra época Moisés llevaba en los brazos, en la mano, el pan de los ángeles, caído del cielo; nuestro Moisés eleva las manos al cielo y nos otorga el pan celestial. El otro Moisés golpeaba el peñasco y de él brotaba una fuente de agua; nuestro pastor se acerca a la mesa, golpea el peñasco espiritual y le arranca una fuente espiritual.
He aquí por qué la mesa santa está levantada en medio de los fieles, como una fuente burbujeante, para que los corderos sedientos puedan ubicarse a su alrededor y calmar su sed. El agua brota en rápidos chorros para que nadie quede sediento.
Tenemos una fuente de salvación, una mesa con manjares abundantes que nos proporcionan los dones del Espíritu. Acerquémonos con el corazón colmado de fe, con la conciencia pura, para recibir gracia, misericordia y socorro en el momento oportuno, por la gracia y la misericordia de nuestro Señor, por quien y con quien tiene gloria el Padre con el Espíritu Santo, ahora y en los siglos de los siglos. Amén.
106 ver presentación. — 107 Mt 24:29: "Las estrellas caerán del cielo, y las fuentes de los cielos serán sacudidas." Is 34:4: "Se enrollan como un libro los cielos, y todo su ejército palidece como palidece el sarmiento de la cepa..." — 108 Mt 13:43: "Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre." — 109 Mt 3:11: "Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego." — 110 Para comprender bien la comparación, es necesario recordar que la homilía se ubica en la noche de Pascua, cuando los neófitos acababan de entrar en la Iglesia, bajo un cielo estrellado. — 111 Frase que Juliano de Eclano objeta a san Agustín, concluyendo que los niños no tienen pecado... original. El texto no lo dice. — 1121 Co 4:9: "Porque pienso que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar, como condenados a muerte, puestos a modo de espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres." — 113 Lc 10:19: "Os he dado el poder de pisar sobre serpientes..." — 114 Jr 8:4: "¿...los que caen, no se levantan?" — 115 Ef 5:14: "Despierta tú que duermes." — 116 Gn 3:14: "Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida." — 117 Tema caro a san Crisóstomo, que vuelve sobre él en los comentarios de la Eucaristía. — 118 Ex 12:5-7: "El animal será sin defecto, macho de un año... toda la asamblea 'e la comunidad de los israelitas lo inmolará entre dos luces. Luego tomarán la »angre y untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman." — 119 Jn 19:34: "Salió sangre y agua." — 120 Ef 5:30: "Pues somos miembros de su Cuerpo." — 121 Sal 45 (44):2: .".. es mi lengua la pluma de un escriba veloz." — 122 Col 2:14: "Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las persecuciones con sus cláusulas desfavorables, y la suprimió clavándola en la — 123 Es fácil medir aquí la importancia del tema del Éxodo, en la catequesis de los Padres. — 124 2 Co 3:18: "Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor." — 125 Alusión al obispo Flaviano, patriarca de Antioquía, donde fue pronunciada la homilía. — 126 Éstas que aquí damos son las que llevan los Nros. 25 y 26.
(San Juan Crisóstomo pronunció en Antioquía, en 289,88 homilías™ sobre el Evangelio de san Juan. Predicaba dos veces a la semana, al comienzo del día. Asistían a ellas los católicos celosos de toda edad, de todo sexo y cualquier condición. El doctor perseguía una enseñanza continua, profundizando los dones de la fe y combatiendo a los herejes de Antioquía. Prosiguiendo la catequesis bautismal, el orador desarrolla el tema de las dos creaciones, la del primer hombre, la del segundo, y el simbolismo del agua. Las alusiones a las ceremonias del bautismo proporcionan ocasión de deducir el carácter y los efectos del renacimiento espiritual.)
Jesús le respondió: en verdad, en verdad os digo que si un hombre no renace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.127
1. Los niños pequeños van todos los días a la escuela en busca de su maestro, para recibir la lección y recitarla, no cesan jamás de hacer el mismo ejercicio y a menudo unen la noche con el día obligados a ello para obtener bienes frágiles y pasajeros; nosotros no pedimos, a vosotros, que sois maduros, y de edad avanzada, más de lo que vosotros exigís a vuestros hijos.
No os pedimos que vengáis todos los días al sermón, sólo os exhortamos para que asistáis a él dos veces a la semana y que lo escuchéis con atención. Para facilitar vuestro esfuerzo y vuestra atención sólo tomamos una pequeña parte del día. Por ello consideramos y explicamos poco a poco las palabras de la Escritura, para que os sea más fácil comprenderlas, registrarlas en vuestra memoria y retenerlas en vuestros espíritus para poder relacionarlas con otras con cuidado y exactitud, siempre que no seáis extremadamente negligentes y más perezosos que vuestros hijos.
Retomemos las palabras de nuestro Evangelio. Nicodemo había caído en consideraciones prosaicas, le desagradaba lo que había dicho Jesucristo; entendiendo que hablaba de un nacimiento carnal, afirmaba que es imposible a un hombre viejo nacer una segunda vez. Jesucristo explica claramente cómo se debe cumplir ese renacimiento, verosímilmente, en términos difíciles de comprender por aquel que lo había interrogado con un espíritu carnal y enteramente terreno, pero que podían despertarlo y sacarlo de las representaciones prosaicas.
¿Qué dijo, en efecto el divino Salvador? "Yo os digo en verdad, si un hombre no renace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios." Es decir, tú piensas que mis palabras son imposibles, y yo, no sólo digo que eso es posible, sino también necesario, que sin ello nadie podrá ser salvado. Las cosas necesarias, Dios las ha hecho enteramente fáciles. El nacimiento terrenal, según la carne, viene del polvo; las puertas del cielo le están cerradas: en efecto, ¿qué tienen en común la tierra y el cielo? El nacimiento que produce el Espíritu Santo nos abre las puertas celestiales.
Escuchad esto, vosotros que todavía no habéis recibido el Bautismo. Estáis invadidos de pavor, gemís, pues la amenaza que acabáis de escuchar os hace temblar, esa sentencia es terrible: "Aquel — dijo Jesús — que no ha nacido del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos"; trae una vestimenta de muerte, es decir, de maldición y de corrupción: todavía no ha recibido el símbolo del Señor, 128es un extraño y un enemigo. No tiene el signo real: "Si un hombre, dice, no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de los Cielos."
Pero Nicodemo no lo comprendió. ¡No hay cosa peor que confiarse a razonamientos humanos cuando se tratan cosas espirituales! He aquí lo que impidió a ese hombre elevarse a un nivel más grande y más sublime. Nosotros somos llamados fieles a fin de que, despreciando los débiles razonamientos humanos, nos elevemos a la sublimidad de la fe y coloquemos nuestra confianza, nuestro tesoro y nuestro bien en esta doctrina. Si Nicodemo hubiera hecho lo mismo, ese nuevo nacimiento no le hubiera parecido imposible.
¿Qué dice entonces Jesucristo? Para apartarlo de un sentimiento terrenal y mostrarle que él habla de una generación diferente, le dice: "Si un hombre no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de los Cielos." Lo dice para atraerlo a la fe por medio de esta amenaza, para convencerlo. La cosa no es imposible, si se supera la idea de una generación carnal. Yo hablo, dice él, de otro Nacimiento. ¡Nicodemo! ¿Por qué haces descender lo que yo digo hasta la tierra? ¿Por qué sometes a las leyes de la naturaleza lo que está por encima de ella? Este nacimiento supera el nacimiento ordinario, no tiene nada de común con nosotros. El otro es igualmente llamado nacimiento: esos dos nacimientos tienen en común el nombre pero difieren en su naturaleza. Aleja de tu espíritu la idea de la generación ordinaria: yo traigo al mundo otro nacimiento. Quiero que los hombres sean engendrados de otra manera; traigo una nueva forma de creación. Yo formé al hombre con tierra y agua, pero esa figura hecha de tierra y de agua no logró el éxito; el vaso no tomó la forma. En lugar de tierra y agua, utilizaré ahora, el agua y el Espíritu.
Si alguno me pregunta ¿Cómo puede el agua producir alguna cosa?, yo responderé ¿Cómo puede la tierra producir alguna cosa? ¿Cómo la generación ha podido ser tan múltiple, los productos tan diversos, cuando la materia empleada era de una sola especie? ¿De dónde se formaron los huesos, los nervios, las arterias, las venas? ¿De dónde se formaron las membranas, los vasos organizados, los cartílagos, la piel, el hígado, el bazo, el corazón? ¿De dónde se formaron la sangre, la pituitaria, la bilis? ¿De dónde surgen tantas operaciones? ¿Cómo se producen tantos colores diferentes? Pues tales cosas no nacen de la tierra o el barro.
¿Cómo la tierra sembrada empuja hacia afuera a la semilla y la carne corrompe aquello que recibe? ¿Cómo la tierra alimenta aquello que se arroja en su seno y la carne, por el contrario, es alimentada por lo que recibe en vez de alimentarlo? Demos un ejemplo: la tierra hace vino con el agua, mientras que la carne cambia en agua el vino que recibe. ¿Cómo sabemos, entonces, que la tierra produjo esas cosas, puesto que en sus producciones, como ya dije, la tierra produce todo lo contrario? Yo no puedo concebirlo por el razonamiento, sólo lo conozco por la fe; ahora bien, si las cosas que suceden todos los días, que se producen bajo nuestros ojos, bajo nuestros sentidos, que tocamos y manejamos con nuestras manos, necesitan de la fe, con cuanta mayor razón la necesitarán las cosas misteriosas y espirituales. La tierra, inanimada e inmóvil como es, recibió de Dios, por la orden que él impartió, la virtud de producir cosas admirables y maravillosas; del mismo modo el Espíritu y el agua, juntos, operan fácilmente todos esos prodigios y milagros que sobrepasan la razón.
No os rehuséis a creer lo que no podéis ver. No veis el alma y sin embargo creéis que existe, diferente del cuerpo. Jesucristo no emplea este ejemplo para instruir a Nicodemo, se sirve de otro. No le propone el ejemplo del alma, incorporal e insensible, porque Nicodemo es todavía demasiado grosero. Le presentó otro, tomado de un dominio que no tiene la grosería de los cuerpos ni la espiritualidad de los seres incorpóreos: la impetuosidad y rapidez de los vientos. Comienza por el agua, que es más sutil y ligera que la tierra y más espesa que el viento. En la creación, la tierra sirvió como materia y el Creador hizo todo lo demás; en el presente, el agua sirve como materia y la gracia del Espíritu Santo hace el resto. "El hombre recibió el alma y la vida";129 ahora él está lleno del "Espíritu vivificante."130
Existe una gran diferencia entre una y otra creación: el alma no da la vida, pero el Espíritu no solamente trae la vida en sí mismo, sino que la comunica a los demás. Es de ese modo que los Apóstoles dieron vida a los muertos. Anteriormente, el hombre no fue formado hasta después de la creación del mundo; ahora, el nuevo hombre es creado antes de la nueva creación. Es el primero en ser regenerado, el mundo es transformado a continuación. Al comienzo, el Creador creó al primer hombre total, íntegro; ahora, el Santo Espíritu crea al segundo hombre también enteramente. Del primero Dios dijo: "Hagámosle una compañera a su semejanza";131 acá no dice nada semejante. En efecto, ¿qué otra ayuda puede necesitar aquel que recibió la gracia del Espíritu Santo? Aquel que habita en el cuerpo de Jesucristo, ¿qué socorro puede necesitar? Al comienzo Dios hizo al hombre a su imagen; ahora él lo unió a sí mismo. Al principio le ordenó dominar sobre los peces y todos los animales, ahora elevó nuestra primicia por encima de los cielos. Al comienzo nos dio el paraíso para habitar, ahora nos abrió las puertas del cielo. Al comienzo el hombre fue formado en el sexto día, porque era necesario terminar, primero, la creación del mundo; ahora fue formado en el primer día y, desde el comienzo, con la luz. Todo el mundo ve entonces que la segunda creación tiene en vista una vida mejor, una vida que no terminará jamás.
La primera formación es terrenal, es la de Adán; después viene la de la mujer, que fue formada de una de las costillas de Adán; enseguida la de Abel, que nació de Adán. No podemos, sin embargo, conocer ninguna de esas generaciones ni explicarlas con nuestras palabras, aunque sean carnales y terrenales. ¿Cómo podríamos, entonces, conocer la generación espiritual que opera el bautismo, que es más excelente y más sublime? ¿Cómo esperar que se pueda concebir un nacimiento tan sorprendente? Los ángeles se encuentran allí, pero nadie podrá explicar la manera como se realiza, en el bautismo, esta admirable generación. Los ángeles asisten a ella sin cooperar, sin hacer nada, ellos ven lo que se hace. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo lo hace todo.132
Sometámonos entonces a la palabra de Dios, que es más segura que la misma vista. A menudo los ojos se equivocan, pero la palabra de Dios es infalible. Sometámonos a esta divina palabra; la palabra que ha creado lo que no existía, merece seguramente que se la crea cuando habla de la naturaleza de las cosas que ha producido. ¿Qué es lo que ella dice? Que en el bautismo se produce una regeneración. Si alguno de vosotros dice ¿Cómo es eso?, cerrad la boca ante la palabra de Jesucristo, que es una prueba y una demostración. Si alguien interroga por qué se toma el agua, preguntémosle a nuestro turno: ¿por qué la tierra fue primeramente creada para la formación del hombre? En efecto, nadie ignora que Dios podía formar al hombre sin utilizar la tierra. Es por ello que no debemos procurar saber más, con excesiva curiosidad. Que el agua es necesaria, podéis conocerlo por este ejemplo: el Espíritu Santo había descendido sobre los Apóstoles antes que el agua del bautismo, pero el Apóstol no se detuvo por ello, sino que, para mostrar que el agua era necesaria y no superflua, dijo, escuchadlo: "¿Pueden rehusar el agua del bautismo aquellos que han recibido ya al Espíritu Santo, como nosotros?"133
¿Por qué el agua es necesaria en el bautismo? Yo os lo explicaré, para descubriros un misterio oculto, pues muchos otros misterios están escondidos en ese sacramento. Hoy os descubriré uno. ¿Cuál es? En el bautismo se celebran todos los sacramentos divinos: la sepultura, la pasión, la resurrección, la vida de Jesucristo, que se cumplieron todos a la vez. Nuestra cabeza es sumergida en el agua como en una tumba; el antiguo hombre es enterrado y enteramente sumergido; cuando salimos de esa agua, el hombre resucita. Del mismo modo que nos resulta fácil sumergirnos en el agua y salir de ella, es igualmente fácil para Dios enterrar al antiguo hombre y formar con él uno nuevo. Esa inmersión se hace tres veces, para enseñarnos que la virtud del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es la que obra sobre todas esas cosas. Para persuadiros de que no se trata de una conjetura, escuchad lo que dice san Pablo: "Nosotros hemos sido enterrados con él, con Jesucristo, para morir al pecado,"134 y a continuación "Nuestro antiguo hombre fue crucificado con él,"135 y además: "Nosotros hemos entrado con él, por la semejanza de su muerte.1'136 No solamente el bautismo es llamado una cruz, sino que la cruz es también llamada un bautismo: "Vosotros seréis bautizados, dijo Jesucristo, con el bautismo con que yo debo ser bautizado";137 y en otro lugar: "Yo debo ser bautizado con un bautismo que vosotros no conocéis." Como nos resulta fácil ser bautizados y salir del agua, igualmente, Jesucristo, estando muerto, resucitó cuando él lo quiso; o mucho más fácilmente todavía, aunque, por una sabia y misteriosa dispensa, haya permanecido tres días en la tumba.
Vida del bautizado
Puesto que hemos recibido la gracia de participar en tan grandes misterios, llevemos una vida digna de un don tan singular: que toda nuestra conducta esté perfectamente bien regulada.Vosotros, que todavía no habéis sido considerados dignos, haced todos vuestros esfuerzos para el porvenir, para que todos seamos un solo cuerpo, para que todos seamos hermanos. Mientras estemos separados, aquel que se encuentra apartado, ya sea nuestro padre, nuestro hijo o nuestro hermano, no es, sin embargo, verdaderamente nuestro pariente, puesto que no tiene parte en la alianza que viene de lo alto. En efecto ¿qué utilidad puede provenir de una unión de barro, si no se está unido espiritualmente? ¿Qué ganancia sacaremos de un parentesco terrenal, si somos extraños en relación al cielo?
El catecúmeno es un extraño en relación a un fiel; no tiene el mismo jefe ni el mismo padre, la misma ciudad ni el mismo alimento, la misma vestimenta ni la misma mesa; todos los separa. Lo que uno posee está sobre la tierra, lo que posee el otro está en el cielo; Jesucristo es el rey de éste, el otro tiene como reyes al pecado y al diablo. Jesucristo hace las delicias de uno; la corrupción, las del otro. El vestido de éste es obra de gusanos; el de aquél, está hecho por el Señor de los ángeles. El cielo es la ciudad de uno; la tierra, la del otro. ¿Si no hay nada en común entre nosotros, de qué manera, os pregunto, nos comunicaremos? Pero, diréis vosotros, ¿no tenemos todos el mismo nacimiento, no salimos todos del seno de la misma tierra? Yo os responderé: eso no basta para hacer una verdadera y legítima alianza. Trabajaremos entonces para convertirnos en ciudadanos de la ciudad del cielo. ¿Hasta cuándo permaneceremos en el exilio, nosotros, que deberíamos empeñar todo nuestro esfuerzo para volver a nuestra antigua patria? La pérdida que nos arriesgamos a sufrir no es ligera ni de escaso precio; el Señor vela para preservarnos, pero, si una muerte imprevista viniera a sacarnos de este mundo antes de haber recibido el bautismo, aun cuando estuviéramos cargados de mil bienes, de toda clase de buenas obras, no obtendríamos por heredad más que el infierno y los gusanos venenosos, un fuego que no se extingue nunca y lazos indisolubles.
¡Dios permita que ninguno de mis oyentes caiga en ese lugar de suplicios! Lo evitaremos si, después de haber sido iniciados en los santos misterios, utilizamos para construir el edificio de nuestra salvación, nuestro oro, nuestra plata y nuestras piedras preciosas.138 En el otro mundo podremos encontrarnos ricos si no hemos dejado aquí nuestro dinero, si lo hemos enviado allá arriba, a través de las manos de los pobres, al tesoro inviolable; si lo hemos prestado a Jesucristo. Hemos contraído grandes deudas con ese tesoro, no en dinero, pero sí por nuestros pecados. Prestemos nuestro dinero a Jesucristo para obtener la remisión de nuestros pecados, él es nuestro juez. No lo despreciemos aquí cuando tiene hambre, para que allá nos alimente: vistámoslo aquí, para que no nos deje allá desnudos, privándonos de su protección. Si le damos de beber, no diremos con el rico: "Enviad a Lázaro, para que él moje la punta de su dedo en el agua y me refresque la lengua que está llena de fuego."139 Si aquí lo recibimos entre nosotros, él nos preparará varias moradas. Si vamos a visitarlo cuando esté prisionero, nos liberará, a su vez, de nuestros lazos. Si ejercitamos con él la hospitalidad, no soportará que permanezcamos extraños al reino de los cielos, sino que nos hará ciudadanos de la ciudad de lo alto. Si vamos a visitarlo cuando esté enfermo, curará inmediatamente nuestras enfermedades. Puesto que, con él es suficiente dar un poco para recibir mucho, demos, para ser ampliamente remunerados. Mientras tengamos tiempo, sembremos, para así cosechar un día. Cuando haya llegado el invierno, cuando el mar no sea ya navegable, no estará en nuestro poder la posibilidad de comerciar.
¿Y cuándo tendremos el invierno? Cuando llegue el gran día, el día de la luz. Entonces no navegaremos más sobre este grande y vasto mar de la vida presente. Ahora es tiempo de sembrar, entonces será el tiempo de hacer la cosecha y amasar. Si no se siembra durante la época apropiada, si se siembra en el tiempo de la cosecha, no se recoge nada y uno se pone en ridículo. En el tiempo de la siembra es necesario sembrar, y no tratar de cosechar. En consecuencia, demos ahora para amasar a continuación; no nos dediquemos a recoger, por miedo a perder la cosecha; el tiempo presente, como he dicho, nos llama a sembrar y a dar, no a amasar ni a hacer provisiones. Por ello, no perdamos la ocasión, arrojemos copiosamente la semilla, no ahorremos nada de lo que está en nuestra casa, a fin de recobrar todo con usura, por la gracia y por la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo, con quien sea la gloria, junto al Padre y al Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Así Sea.
Lo que es de la carne, es carne, y lo que nació del Espíritu, es espíritu.140
1. El Hijo único de Dios ha tenido la bondad de iniciarnos en grandes misterios; sí, ciertamente que esos misterios son muy grandes y nosotros no somos dignos de ellos; pero era propio de su grandeza y de su dignidad hacernos participar de ellos. Si se considerara nuestro mérito, no solamente seríamos indignos de ese beneficio, sino que mereceríamos su venganza y un severo castigo. En lugar de ello, nos ha liberado del suplicio, o mejor, nos ha dado una vida más noble que la primera, nos introdujo en otro mundo, formó una nueva creación: "Si alguno pertenece a Jesucristo, dice la Escritura, se ha convertido en una nueva creación."141 ¿En qué consiste esa nueva creación? Escuchad al Hijo de Dios, él os enseñará por sí mismo: "Si un hombre no renace, os dice, del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios."142 Él nos había confiado la vigilancia del paraíso de delicias y nos hicimos indignos de habitarlo; él nos ha elevado al cielo. En nuestra primera morada no le hemos sido fieles y nos ha dado otra más grande. ¡No hemos podido abstenernos de comer del fruto del único árbol!143 y nos ha dado las delicias celestiales. En el paraíso no hemos perseverado en el bien y él nos ha abierto los cielos. San Pablo tiene razón en exclamar: "¡Oh profundidad de los tesoros de la sabiduría y la ciencia de Dios!"144
No, hoy no hay necesidad de madre ni de parto, de sueño, de matrimonio, ni de abrazo: la obra de nuestra naturaleza se opera en el cielo y se forma con el agua y el Espíritu: es el agua la que concibe y produce al hijo. Lo que el seno de la madre es para el embrión, el agua lo es para el fiel; él es concebido y dado a luz por el agua. Al comienzo Dios había dicho: "Que las aguas produzcan los peces."145 Pero después que el Señor entró en el río Jordán, no son ya peces lo que el agua produce: engendra almas dotadas de razón que llevan el Espíritu Santo. Y lo que se ha dicho del sol que "él es como un esposo que sale de su cámara nupcial,"146 ahora se puede decir de los fieles que arrojan rayos más brillantes que los del sol.
Es necesario cierto tiempo para que aquel que es concebido en el seno de su madre se forme; pero no sucede lo mismo con aquello que se produce en el agua, todo se forma allí en un instante: cuando se trata de una vida perecedera, resultado de la corrupción carnal, el fruto tarda en ver la luz, pues está en la naturaleza de los cuerpos arribar a la madurez poco a poco; pero no sucede lo mismo con las cosas espirituales: son perfectas desde el comienzo.
Como Nicodemo se turbaba al escuchar tales cosas, mirad cómo Jesús le descubre el secreto de ese misterio y le aclara lo que antes parecía oscuro: "El que nace de lacarne, es carne, y el que nace del Espíritu es Espíritu." El lo aleja por ese medio de todo lo que cae bajo los sentidos y no le permite sondear los misterios con los ojos del cuerpo. ¡No hablemos ya de la carne, Nicodemo!, le dice, sino del Espíritu. Por ese medio eleva su espíritu hacia las cosas espirituales: no dejes vagar a tu imaginación, le dice, no busques más en la esfera de los sentidos, no es con los ojos que se ve el Espíritu: no pienses que el Espíritu produce la carne.
¿Cómo, entonces, preguntará alguno, nació la carne del Señor? Ella nació, no solamente del Espíritu, sino de la carne, lo que san Pablo nos enseña con estas palabras: "El nació de una mujer y está sujeto a la ley."147 El Santo Espíritu lo formó de este modo, pero no sacándolo de la nada; en efecto, si lo hubiera sacado de la nada, ¿para qué hubiera sido necesario el seno de una mujer? El Espíritu lo formó de la carne de una virgen; pero cómo, no puedo explicarlo. Además, Jesucristo nació de una mujer para compartir nuestra naturaleza. Si en esas condiciones encontró gentes que no creyeron en esa generación, ¿a qué cantidad de impiedades hubieran llegado, de suponer que su carne no había sido sacada de la de una virgen?
"El que nació del Espíritu, es Espíritu." ¿No veis en esto la dignidad y el poder del Espíritu Santo? El hace la obra de Dios. El Evangelista decía: "Ellos nacieron de Dios." Actualmente dice que ellos son engendrados por el Espíritu. "Aquel que nació del Espíritu, es Espíritu": es decir, aquel que nació del Espíritu, es espiritual. Jesucristo no habla aquí de la generación en relación a la substancia, sino en relación a la dignidad y a la gracia. Si el Hijo nació de esta manera, ¿qué poseerá en mayor medida que el resto de los hombres que nacieron del mismo modo? ¿Cómo es el Hijo único? Pues, yo también nací de Dios, pero no de su sustancia: si entonces el Hijo mismo no ha nacido de su substancia, en qué difiere de nosotros? De esta manera se encontraría por debajo del Espíritu Santo, pues la generación de la que hablamos se hace por la gracia del Espíritu Santo. ¿Es que, para seguir siendo el Hijo necesita del Espíritu Santo? Pero, ¿en qué difiere esta doctrina de la de los judíos?
Jesucristo, después de haber dicho: "Aquel que nació del Espíritu, es Espíritu," como ve a Nicodemo todavía turbado, recurre a un ejemplo sensible: "No te sorprendas, dice, de que sea necesario que nazcas todavía una vez. El viento sopla donde quiere."148 Cuando Jesucristo dice a Nicodemo: "No te sorprendas," señala la turbación y la agitación de su espíritu y, al mismo tiempo, lo introduce en un mundo menos grosero que el del cuerpo; ya por estas palabras: "El que nació del Espíritu, es Espíritu," lo había alejado de todas esas ideas carnales. Pero como Nicodemo no lo comprendía, le da otro ejemplo que no toma de la grosería del cuerpo ni de las cosas incorporales que Nicodemo no podía entender, sino que le propone una comparación que se encuentra en el medio, entre lo corporal y lo incorporal: el viento, que por su naturaleza es sutil e impetuoso, y es mediante ese símbolo que lo instruye. Él dice del viento: "Tú escuchas bien su voz, pero no sabes de dónde viene, ni hacia dónde va." Cuando él dice: "Sopla por donde quiere," no quiere decir que el viento se mueva a su placer, sino que quiere señalar su impetuosidad y su fuerza irresistible. Es costumbre de la Escritura hablar de ese modo de las cosas inanimadas: "Ya que la creación fue sometida a la vanidad, no por su voluntad."149 Esas palabras, entonces: "Sopla por donde quiere," significan que no se puede retener, que se extiende por todas partes, que nadie puede impedirle ir de un lado a otro, que se desencadena con gran violencia, no pudiéndose detener su impetuosidad.
2. "Y tú escuchas bien su voz," dicho en otros términos, su ruido, su sonido. "Pero tú no sabes de dónde viene ni adonde va: lo mismo sucede con todo hombre que ha nacido del Espíritu": ésa es la conclusión. Si tú no puedes, le dice, explicar la impetuosidad del viento que escuchas y que el tacto te hace sentir, y si no conoces el camino que sigue, ¿por qué buscas sondear la obra del Espíritu, tú que no comprendes la violencia del viento, aunque escuches su ruido? Pues esas palabras: "Sopla por donde quiere," se aplican también al poder del Espíritu, y es de ese modo que se lo debe explicar. Si nadie puede detener el viento, y si sopla por donde quiere, ni las leyes de la naturaleza, ni los límites de las generaciones corporales pueden impedir la acción del Espíritu Santo. Ahora bien, del viento, dice: "Tú escuchas su voz"; Jesucristo no habría dicho a un infiel, a un ignorante, refiriéndose a la acción del Espíritu Santo, "tú escuchas su voz." Del mismo modo que no vemos al viento, a pesar del ruido que hace, no percibimos, con los ojos del cuerpo, la generación espiritual; y sin embargo el viento es un cuerpo, aunque muy sutil, pues es corporal todo lo que está sometido a los sentidos. Si para vosotros no constituye un problema o una dificultad no ver un cuerpo, ni ello os empuja a negar su existencia, ¿por qué os turbáis cuando oís hablar del Espíritu Santo? ¿Por qué formuláis tantas preguntas y no hacéis lo mismo cuando se trata de un cuerpo?
¿Cuál fue entonces la conducta de Nicodemo? Después de un ejemplo tan claro, él persistió en su prosaico razonamiento judío. Manteniéndose siempre en la duda, dijo a Jesucristo: "¿Cómo puede suceder eso?" El divino Salvador le respondió con mayor dureza: ¡Cómo! ¿eres maestro en Israel e ignoras tales cosas? Considerad, de todos modos, que jamás lo acusa de malicia, reprochándole únicamente su grosería y estupidez.
Pero, se dirá, ¿qué tiene de común esta generación con lo que sucede entre los judíos? Decidme, más vale, en qué no se relaciona. La creación del primer hombre, la formación de la mujer sacada de su costado, las mujeres estériles que se vuelven fecundas, todo se ha realizado por el agua y sobre las aguas, a saber: en la fuente de la que Elíseo retira el hierro que había caído allí; los prodigios que se realizan durante el pasaje del mar Rojo; los milagros de la piscina cuya agua remueve el ángel; la cura milagrosa de Naamán de Siria, en el Jordán; todas esas cosas, os repito, eran símbolos de la generación y de la purificación que debía llegar un día anunciada por anticipado, incluso los oráculos de los profetas predecían, en cierta forma, esa nueva manera de nacer, como, por ejemplo, estas palabras: "La posteridad a venir será anunciada por el Señor, y los cielos anunciarán su justicia al pueblo que fue hecho por el Señor.150 Y éstas: "El renueva su juventud como la del águila."151Estas otras: "Jerusalén, recibid la luz; pues he aquí que vuestro rey ha llegado."152 Y también: "Felices aquellos a quienes han sido perdonadas sus iniquidades." Isaac constituye también un símbolo de este nacimiento.
¡Dinos, Nicodemo! ¿Cómo nació Isaac? Fue ese nacimiento enteramente conforme a la ley de la naturaleza? No, se produjo de una manera que contenía, a la vez, el nacimiento natural y el nuevo nacimiento, pues Isaac nació de un matrimonio, pero no nació simplemente de la sangre. Agregó: no sólo este nacimiento, sino también el parto de la Virgen fueron profetizados y anunciados de antemano por los prodigios y los símbolos que acabamos de mencionar. Nadie podría creer fácilmente que una Virgen daría a luz; también las mujeres estériles han dado a luz, y no solamente ellas, sino incluso las mujeres de edad avanzada. Que una mujer sea "formada de una costilla," esto es todavía más maravilloso y sorprendente. Este prodigio era muy antiguo, a continuación apareció otra especie de concepción: la fecundidad de las mujeres estériles preparó a los espíritus para creer en la concepción de la Virgen; fue para recordarle esos acontecimientos célebres que Jesucristo dijo a Nicodemo: "¡Cómo! ¿eres maestro en Israel e ignoras tales cosas? Nosotros decimos lo que sabemos y damos testimonios de lo que hemos visto y, sin embargo, nadie recibe nuestro testimonio." Jesucristo agregó esto para adaptarse a su debilidad.
127 Jn 3:5: "En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios." — 128 Es decir, la fe, recibida con el Símbolo de los Apóstoles recitado durante el bautismo. — 129 Gn 2:7: "Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente." — 130 1 Co 15:45: "Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, Espíritu que da vida." — 131 Gn 2:20: "Mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada." — 132 Y no escribe hacen todo, para subrayar mejor la unidad de las tres personas. — 133 Hch 10:47: "¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a estos que han recibido el Espíritu como nosotros?" — 134 Rm 6:4: "Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte." — 135 Rm 6:6: .".. nuestro hombre viejo fue crucificado con él..." — 136 Rm 6:5: "Porque si nos hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante." — 137 Mc 10:39: ."..seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado." — 138 Tema caro a san Juan Crisóstomo: el cristiano debe tomar como carga la pobreza, la prueba de sus hermanos en la fe. — 139 Lc 16:24:.".. Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo." — 140 Jn 3:6: "Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es Espíritu." — 141 2 Co 5:17: "Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación." — 142 Jn 3:5: "En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios." — 143 Cm 2:17. — 144 Rm 11:33: "Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios." — 145 Gn 1:20: "Bullan las aguas de animales vivientes." — 146 Sal 19 (18):6: "Y él, como un esposo que sale de su tálamo..." — 147 Ga 4:4: ."..nacido de una mujer, nacido bajo la ley..." — 148 Jn 3:7-8: "No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va." — 149 Rm 8:20: "La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente." — 150 Sal 22 (21):31-32: "Le servirá su descendencia: ella hablará del Señor a la edad venidera, contará su justicia al pueblo por nacer." — 151 Sal 103 (102):5: 'Tu juventud se renueva como el águila." — 152 Is 50:1: "Arriba, resplandece, que ha llegado la luz."
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