Hoy reconozco mi rebaño, hoy reencuentro el rostro familiar de la Iglesia. Dejando de lado las preocupaciones de vuestros negocios temporales, habéis venido todos juntos a participar del culto de Dios. El edificio es demasiado estrecho para recibiros, pues lo llenáis hasta el santuario mientras que los que no han podido encontrar lugar llenan los vestíbulos, un poco como abejas. Entre éstas, algunas trabajan en el interior de la colmena, las otras vuelan alrededor de ella en el exterior. Haced lo mismo, hijos míos y que jamás decaiga vuestro celo.
Yo os ruego que comprendáis mi alma de pastor. Desde este lugar elevado donde me encuentro, domino las colinas de los alrededores y me regocijo viendo mi rebaño reunido. En esta situación, mi corazón se colma de fervor y alegría, y hablaros no me resulta más trabajoso que a los pastores entonar su canción.
Si por el contrario, os dejáis absorber por el exterior, como sucedió el domingo pasado, yo siento una enorme pena y prefiero guardar silencio. Me sentí tentado de huir, de alejarme, como el profeta Elias al monte Carmelo o a una gruta solitaria, pues los que están desanimados huyen de los hombres y buscan la soledad. Ahora que os reencuentro, todos reunidos con vuestras familias en esta fiesta, vuelven a mi memoria las palabras proféticas de Isaías cuando anuncia una Iglesia enriquecida con numerosos y hermosos hijos: "¿Quiénes son aquéllos? Planean como una nube, como palomas en dirección a sus palomares."35 Y agrega: "Ese lugar es demasiado estrecho para mí, hazme sitio donde pueda habitar."36 El poder del Espíritu predijo por su intermedio la gran Iglesia de Dios, que en el porvenir debía colmar la tierra de un extremo a otro.
Ha llegado el tiempo de recordar los santos misterios que purifican al hombre y que lavan el alma y el cuerpo de toda falta grave y nos devuelven la belleza original que el artista divino nos había otorgado cuando nos creó. Por esta razón, vosotros que habéis gustado las riquezas de la fe, os habéis reunido aquí como el pueblo consagrado. Pero traéis también a los no iniciados y, como padres, los encamináis a cumplir plenamente el servicio de Dios. Yo me regocijo con los unos v los otros; con los iniciados, pues poseéis un don real; con los no iniciados, porque estáis colmados por la maravillosa esperanza del perdón de vuestras deudas, la liberación de vuestros lazos, la reconciliación con Dios, la seguridad y la libertad y, en vez de la condición de esclavos, la igualdad con los ángeles. Todos esos bienes y todos los que se relacionan C0n ellos, nos son acordados por la gracia del bautismo.
Reservaremos para otra circunstancia los demás elementos de la Escritura, limitándonos hoy al tema de la fiesta, sobre la que hemos de meditar en vuestro provecho. Cada fiesta posee su propia riqueza. Celebramos los matrimonios con cantos nupciales, los entierros con lágrimas y lamentaciones. En los negocios hablamos seriamente, en los festines olvidamos las preocupaciones. En toda circunstancia, nos separamos del que blasfema.
Hace algunos días se produjo el nacimiento de Cristo; de aquel que nació, ante todo, como ser sensible y espiritual. Hoy, él ha recibido el bautismo de Juan para devolver la pureza a todo lo que está sucio. El Espíritu descendió para elevar al hombre hasta el cielo, para levantar lo que está caído y humillar al que lo había hecho caer.
No os sorprendáis de que Dios haya tomado tan gran preocupación por nosotros como para llegar a operar por sí mismo la salvación del hombre. El Tentador ha puesto todo su cuidado en perdernos, pero el Creador tuvo el deseo de salvarnos. Malvado y envidioso, aquél introdujo el pecado en nuestra raza humana bajo la apariencia de una serpiente similar a él: siendo impuro, habita en su semejante; rastrero y subterráneo, ha fijado su morada en un reptil. Cristo, para reparar su malignidad, se ha revestido como hombre perfecto para salvar al hombre. Se ha convertido en nuestro modelo para santificar las primicias de toda acción y dejar a los servidores el recuerdo de su celo.
El bautismo es, entonces, purificación de pecados, remisión de deudas, fuente de renovamiento y de un nuevo nacimiento. Este nacimiento es de orden espiritual y escapa a los sentidos. No es como lo imaginaba groseramente el judío Nicodemo, pensando que el viejo se convertiría en niño, que las arrugas y los cabellos grises retornarían el frescor de la juventud, o que el hombre volvería al seno de su madre, sino que, aquel que envejeció bajo el peso de una vida de pecado, reencuentra, por una gracia real, la inocencia del niño. Como un recién nacido, es libre de toda falta y de todo castigo; hijo de un nuevo nacimiento, por un don real, no tiene más responsabilidad ni cuentas que rendir.
Recibimos este beneficio, no por el agua, pues él es mayor que la creación entera, sino por la orden de Dios y el descenso del Espíritu que viene a traernos la libertad. El agua sirve para simbolizar la purificación. Siendo que tenemos el hábito de lavar nuestros cuerpos de su suciedad por medio del agua, también la empleamos en esta acción sagrada para expresar sensiblemente la belleza interior. Más profundamente entonces, analizaremos el sentido de ese baño recurriendo a la fuente de la Escritura: "A menos de nacer del agua y el Espíritu, es imposible entrar en el reino de Dios."37
¿Porqué ambos? ¿Por qué no es suficiente el Espíritu para que el bautismo resulte completo? El hombre es complejo, no simple, como bien sabemos. A la naturaleza mixta del hombre corresponden los remedios para su cura: para el cuerpo, que es visible, el agua que cae bajo los sentidos; para el alma, que escapa a los sentidos, el Espíritu que no se ve, al que la fe llama y que llega en el misterio: "Pues el Espíritu sopla como el viento, tú escuchas su voz, pero no sabes de dónde viene, ni adonde va."38 Él bendice el cuerpo que es bautizado y el agua que bautiza.
No desprecies entonces el baño sagrado, y que el uso cotidiano del agua no te haga subestimar su valor. Ella opera extensamente y sus efectos son maravillosos. Es algo semejante a este altar cerca del cual estamos y que, por su naturaleza es piedra, no difiriendo en nada de aquellas que sirvieron para construir los muros y los pisos. Pero, por su consagración al servicio de Dios y por su bendición, se ha convertido en una mesa santa, un altar sin mancha, que sólo puede ser tocado por los sacerdotes y, aun por ellos, con un santo respeto. El pan es, en primer lugar, un pan común. Pero, una vez consagrado, se dice que es el cuerpo de Cristo. Lo mismo sucede con el aceite sagrado y el vino que son de escaso valor antes de su bendición, pero después de su consagración por el Espíritu adquieren, uno y otro, un maravilloso poder.
Este mismo poder de la palabra otorga al sacerdote grandeza y dignidad, separándolo, por la nueva bendición, del pueblo común. Ayer todavía, y anteriormente, él era uno con la masa, luego se convirtió en el guía, el jefe, el maestro de piedad que inicia en los divinos misterios. Nada ha cambiado en su cuerpo o en su forma externa, aparentemente sigue siendo el mismo que antes, pero una gracia y una fuerza invisible transformaron su alma, llevándola a un estado superior.
Cuando consideramos esa cosas, aun las que parecen sin importancia cobran la grandeza de sus efectos, principalmente cuando recurrimos a los ejemplos que proporciona la historia antigua. El bastón de Moisés era de nogal, una madera común, que cualquier mano puede llevar o portar, útil para todo servicio; buena, por ejemplo, para ser arrojada al fuego. Cuando quiso servirse de él para cumplir milagros maravillosos e indecibles, el bastón fue transformado en serpiente. Golpeando con él sobre el agua la transformó en sangre o produjo en ella una cantidad de ranas. También abrió el mar y las aguas dejaron ver el fondo, y así permanecieron.
Lo mismo sucedió con la vestimenta del profeta Elías, que era de cuero de cabra, y que se hizo célebre sobre toda la tierra. La madera de la cruz, por el contrario, trae a todos los hombres la salvación, aunque haya provenido, al parecer, de un árbol modesto, menos estimado que muchos otros. La zarza reveló a Moisés la presencia de Dios; los huesos de Elíseo devolvieron la vida; un poco de tierra procuró la vista del cielo de nacimiento. Todo esto se efectuó con la ayuda de una materia muerta y sin sensibilidad a la que el poder de Dios convirtió en instrumento de grandes prodigios.
Podemos entonces deducir que el agua, que sólo es agua, renueva al hombre en un nuevo nacimiento, una vez investida con la bendición de la gracia. Si alguno me replica deseando saber cómo el agua y su iniciación consuman el nuevo nacimiento, le respondería simplemente: explícame el nacimiento según la carne y yo te explicaré cómo se opera el nacimiento según el Espíritu. Encontrarás una explicación diciendo: la semilla está en el origen del hombre. Acepta entonces, igualmente, nuestra explicación: el agua que ha sido bendecida, purifica e ilumina. Si me replicas nuevamente preguntando: ¿cómo sucede eso?, te plantearé la cuestión más enérgicamente: ¿cómo una sustancia húmeda y sin consistencia puede producir un hombre? Y, si ampliamos nuestra investigación a propósito de toda la creación, podremos ejercitar nuestro espíritu con relación a cada objeto: ¿de dónde vienen el cielo, la tierra, el mar y cada cosa? En todas partes la razón humana queda perpleja y busca una expresión para apoyarse, como el enfermo un sitio para sentarse.
Para no extenderme demasiado, yo diría que en todas partes el poder y la acción de Dios son insondables, escapan a la razón y al análisis, crean con facilidad según su deseo y nos ocultan el secreto de su eficacia. He aquí por qué el bienaventurado David, admirando la creación como una maravilla sin límites, profirió estas palabras que cantamos : "{Numerosas son tus obras, oh Señor! ¡Todas las has cumplido con sabiduría!"39 Él reconoció la sabiduría sin descubrir su secreto.
Es mejor no preocuparse por lo que está más allá del hombre y dedicarnos a lo que podemos aprehender. ¿Por qué el agua purifica? ¿Por qué tres inmersiones? He aquí lo que los Padres nos enseñan y que proporciona una explicación a nuestra razón: la creación está formada por cuatro elementos que no necesitamos enumerar porque son por todos conocidos. Los citaré para los menos informados: el fuego, el aire, el agua y la tierra. Nuestro Creador y Salvador, para cumplir su economía divina, vino sobre la tierra, el cuarto elemento, para despertar en él la vida. Cuando recibimos el bautismo, imitamos a nuestro Señor, nuestro amo y nuestro guía: no nos dejamos hundir en la tierra (pues ella es el lugar de reposo del cuerpo inanimado) sino que entramos en el elemento vecino a la tierra; y lo hacemos tres veces para simbolizar la gracia en la resurrección cumplida después de tres días. Además, no recibimos el misterio en el silencio, sino mientras son invocadas las tres personas divinas, en quienes creemos, en quienes esperamos, quienes nos otorgarán la vida presente y futura.
Tal vez estés descontento, tú que luchas en vano contraía gloria debida al Espíritu y que envidias el culto rendido a
Paráclito por aquellos que temen a Dios. Deja de molestar e incrimina, si puedes, las órdenes de Dios que prescriben a los hombres la invocación del bautismo. ¿Cuál es la orden del Señor? "Bautizadlos en nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" ¿Por qué en el nombre del Padre? Porque es el principio de toda cosa ¿Por qué en el nombre del Hijo? Porque es el obrero de la creación. ¿Por qué en el nombre del Espíritu Santo? Porque es la perfección de toda cosa.
Nos sometemos al Padre para que él nos santifique; nos sometemos al Hijo por la misma razón; nos sometemos al Santo Espíritu para convertirnos en lo que él es. La santificación no es diferente, como si el Padre santificara más, el Hijo menos que él, el Espíritu menos que los otros dos. ¿Por qué divides las tres personas en tres naturalezas y haces tres dioses diferentes, siendo que recibes de todos una y la misma gracia?
Como los ejemplos hacen un discurso más claro para los oyentes, recurriré a una imagen para descubrir su error a los que blasfeman, y utilizaré lo que es humilde y propio de la tierra para develar lo que es grande y escapa a los sentidos. Si por desdicha has sido apresado por los enemigos y conducido en esclavitud, lloras la libertad perdida; pero he aquí que tres ciudadanos de tu país llegan a la región de tus amos y tiranos; te liberan de tu servidumbre con dinero, compartiendo equitativamente los gastos. Si te sucediera semejante fortuna, ¿no los considerarías igualmente como tus bienhechores y no agradecerías del mismo modo a los tres? Pues su esfuerzo y los gastos fueron los mismos, si los juzgas equitativamente.
Yo sólo quería dar un ejemplo, pues nuestro propósito es exponeros las verdades de la fe.
Volvamos a nuestro tema. La gracia del bautismo no nos ha sido anunciada en el Evangelio de la Cruz, sino que el Antiguo Testamento, antes de la encarnación de Nuestro Señor, multiplicó los símbolos de nuestra regeneración. No utilizó afirmaciones explícitas, sino que usó símbolos para revelar la benevolencia divina. Del mismo modo que el Cordero fue profetizado y la cruz anunciada, el bautismo fue también predicho en palabras y en actos.
Queremos recordaros esos símbolos, pues la fiesta nos proporciona la ocasión. Agar, la sierva de Abraham, que Paulo cita alegóricamente en su carta a los Galatas, fue arrojada de la casa de su amo por la cólera de Sara (pues para las mujeres legítimas, las sirvientas resultan sospechosas y desagradables a causa del amo). Solitaria, vagaba en la soledad con su hijo Ismael, al que alimentaba."0 Como carecía de lo necesario, estaba preparada para morir ella y, con mayor razón, su hijo, pues no tenía ya agua (la sinagoga no poseía más que simbólicamente las fuentes del agua y no podía otorgar el agua de la vida); de repente se les apareció un ángel y les mostró una fuente de agua burbujeante, gracias a la que pudo salvar a Ismael.
Considera la significación espiritual de ese relato. Desde el principio, el agua viva trae la salvación a aquel que va a perecer, mediante la gracia y con la intervención del ángel. Más tarde, Isaac buscará una esposa (por ello Ismael había sido arrojado de la casa con su madre) y el servidor de Abraham, encargado de la empresa de buscar una novia a su amo, encuentra a Rebeca cerca de la fuente.41 Y la unión que debía dar nacimiento a Cristo se consuma cerca de un lugar con agua.
Isaac, convertido él mismo en pastor de rebaños, cava por todos lados en el desierto para obtener agua, pozos que sus enemigos ciegan y destruyen, como para simbolizar los impíos que más tarde despreciarán la gracia del bautismo combatiendo la verdad. Mártires y sacerdotes, sin embargo, cavando nuevos pozos, logran la victoria y la tierra entera resulta sumergida en las aguas del bautismo.
El episodio de Jacob, quien busca una esposa y encuentra por azar a Raquel junto a una fuente,42 tiene el mismo sentido espiritual.
Una inmensa piedra que los pastores hacían rodar cuando iban a tomar agua para ellos y sus rebaños, sellaba los pozos.
Jacob hizo rodar la piedra por sí solo e hizo beber a los corderos de su novia. Ese rasgo es, pienso, un símbolo, la sombra de lo que debía suceder. Qué representa la piedra del pozo sino al mismo Cristo, del que Isaías dijo: "He aquí que pongo como cimiento de Sión una piedra, una piedra preciosa, honorable, elegida."43 Y Daniel: "Una piedra se ha separado sin la ayuda de ninguna mano."44Cristo nació de una Virgen. Es nueva e inesperadamente, una piedra que se separa del peñasco sin cantera y sin picapedrero; pero nacer de una Virgen sobrepasa cualquier otro milagro.
La piedra que cierra el pozo simboliza espiritualmente a Cristo, que oculta en el misterio el baño del nuevo nacimiento, misterio que, para develarse, necesita un largo tiempo. Nadie hará rodar la piedra salvo Israel, que es el espíritu que ve a Dios. Él toma el agua y hace beber a los corderos de Raquel, lo que significa que él devela el misterio y da a beber el agua viva a su rebaño, que es la Iglesia.
Además está el episodio de las tres varas de Jacob.45 Cuando ellas tocaron la fuente, Labán, el idólatra, se empobreció y Jacob se enriqueció en corderos. Labán simboliza el diablo, Jacob a Cristo. Después de su bautismo, Cristo arrancó al diablo sus adeptos y así se enriqueció.
Moisés, el gran Moisés, mientras era todavía un niño de necho, sufrió la sentencia común del cruel faraón respecto a los niños varones y fue abandonado en las riberas del río, no completamente desnudo, sino en una cesta de juncos.46 Ella simbolizaba un arca. Fue depositado cerca del agua, pues la ley la hace cercana a la gracia.
Diariamente los hebreos recurrían a las ilustraciones, que, un poco más tarde, debían ceder lugar al bautismo perfecto y admirable.
Como lo señaló el gran apóstol Pablo, el pueblo que atraviesa el Mar Rojo simboliza la salvación por medio del agua. El pueblo pasó, pero el rey de Egipto fue ahogado con su ejército. Esos hechos predecían el misterio del bautismo. Hoy, el pueblo que huye de Egipto, es decir del pecado, encuentra en el agua del nuevo nacimiento la libertad y la salvación. Pero el demonio y sus secuaces (me refiero a los espíritus del mal) roen su envidia, pues para ellos la salvación del hombre es una desdicha.
Todo esto bastaría para corroborar nuestro propósito. Pero, lo que sigue merece igual atención. El pueblo hebreo, como lo hemos visto, debió sufrir mucho y acabar la larga marcha a través del desierto. Pero sólo entró en posesión de la tierra prometida en el momento en que su guía, Josué, lo llevó sobre la ribera del Jordán. A su vez, Josué levantó doce piedras en medio del río para significar los doce Apóstoles como ministros del bautismo.47
Es igualmente admirable la ofrenda, que sobrepasa todo entendimiento, del anciano de Thesbí. ¿Qué anuncia, sino la fe en el Padre, en el Hijo, y en el Espíritu Santo, y la redención? Cuando todo el pueblo judío pisoteaba la fe de sus padres para dedicarse al culto de los ídolos, cuando el rey Acab se había convertido en juguete de la idolatría gracias a la compañía infame de la execrable Jezabel, maestra de impiedad, el Profeta, colmado de la gracia del Espíritu, va a encontrarse con Acab. Ante el rey y ante todo el pueblo, se enfrenta a los sacerdote de Baal con una fuerza y un coraje admirables; les propone sacrificar, sin fuego, un toro. Por ese medio pone al desnudo su ridiculez y su pobreza, pues en vano oran e invocan a sus falsos dioses. Finalmente, Elías invoca a su Dios, el Dios verdadero, y después de algunos agregados lleva a término el combate de manera admirable. No se contentó con atraer, por medio de su invocación, al fuego del cielo sobre la madera seca, sino que ordenó a sus servidores traer agua en abundancia, la derramó tres veces sobre la madera preparada y, por su plegaria, sacó del agua el fuego para encender el holocausto."48 El encuentro de elementos contrarios, que de manera inesperada conjugaron su poder, demostró a todos la aplastante superioridad del poder ¿e su Dios.
Mediante ese sacrificio admirable, Elías nos predijo claramente la institución y la iniciación del bautismo. Cuando el agua fue vertida por tercera vez, el fuego cayó sobre el holocausto para mostrar que, allí donde está el agua espiritual, allí está el Espíritu que vivifica y arde como el fuego, que consume a los impíos e ilumina a los fieles.
El discípulo de Elías, Elíseo, purificó al sirio Naamán, cuando fue hacia él buscando alivio para su lepra y le prescribió un baño en el Jordán. El uso del agua y el baño en el Jordán, anuncian el porvenir. Pues, único entre todos los ríos, el Jordán fue el primero en ser bendecido y consagrado como la fuente que trae al universo entero la gracia del bautismo.
Tales son los hechos que revelan el nuevo nacimiento mediante el bautismo. Veamos ahora las profecías que lo anuncian con palabras. Isaías exclamó: "Lavaos, purifícaos, quitad de vuestro corazón la malicia de vuestros actos"49, y David: "Miradlos y seréis iluminados, y vuestros rostros no serán confundidos."50
Más claramente que los anteriores, Ezequiel hizo la siguiente profecía: "Extenderé sobre vosotros un agua pura y seréis purificados de todas vuestras manchas y de todos vuestros sucios ídolos.
Yo os daré un corazón nuevo y pondré ante vosotros un espíritu nuevo.
Quitaré de vosotros vuestro corazón de piedra y os daré uno de carne.
Y pondré mi espíritu ante vosotros."51
Zacarías anuncia muy nítidamente a Jesús, que ha de llevar el hábito sucio, la carne de esclavos que llevamos. Cambiando esas vestiduras sucias por un hábito limpio y brillante, nos enseña, mediante esa imagen, que en el bautismo de Jesús abandonamos nuestros pecados como harapos de mendigo, y nos revestimos del hábito sagrado y maravilloso de nuestro nuevo nacimiento.
Del mismo modo se debe interpretar el oráculo de Isaías, gritando en el desierto:
"¡Que el desierto y la tierra árida se alegren,
que la estepa esté en la alegría y florezca como azucena.
Que florezca y se regocije el desierto del Jordán!"52
Debemos señalar que la alegría es anunciada, no sólo a las regiones sin alma y sin vida, sino también al desierto, símbolo del alma seca y despojada. Como dijo David: "Mi alma está ante ti como una tierra sedienta."53 Y: "Mi alma tiene sed del Dios vivo y fuerte."54
El mismo Señor dijo en el Evangelio: "Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba."55 Y a la Samaritana: "Aquel que beba de esta agua no tendrá sed; pero aquel que beba del agua que yo le daré, ¡no tendrá sed jamás!"56
La gloria del Carmelo, es decir la gracia del Espíritu, será otorgada al alma sedienta como el desierto. Pues Elías habitó el monte Carmelo (montaña que se hizo célebre por la virtud de ese huésped), Juan Bautista, colmado del Espíritu de Elías, santificó al Jordán, he aquí por qué el profeta anunció que la gloria del Carmelo sería dada al río. Y fue dado al río el esplendor del Líbano, del que habla la parábola de los grandes árboles. El Líbano, en efecto, encuentra en los árboles que produce y alimenta una fuente de admiración, el Jordán es del mismo modo celebrado porque trae a los hombres el nuevo nacimiento en el paraíso de Dios. Al decir del Salmista, ellos florecen en virtud, su follaje no se seca, sino que Dios, en el tiempo elegido, cosechará con alegría su fruto y se complacerá como un jardinero con su obra. David, que profetizó las palabras del Padre sobre su Hijo en el momento del bautismo, para indicar a sus oyentes su dignidad divina, a pesar de su apariencia humana, escribió en el libro de los Salmos: "La palabra del Señor sobre las aguas, la voz del Señor en majestad."57
Debemos terminar con los testimonios de la Escritura. Nuestro discurso se prolongaría sin fin si quisiéramos enumerarlos todos para unirlos en un solo libro. Todos vosotros, que glorificáis el don del nuevo nacimiento y estáis orgullosos de vuestra renovación y de vuestra salvación, mostradme después de esta gracia mística el cambio operado en vuestras costumbres; dejadme ver, en la pureza de vuestra vida, cuánto os ha mejorado. Aquello que cae bajo los sentidos no cambia, la forma del cuerpo sigue siendo la misma y, en la estructura de la naturaleza visible, nada se modifica.
Necesitamos por lo tanto, una prueba para distinguir el hombre nuevo, necesitamos signos para discernir al hombre nuevo del antiguo. Ellos son, me parece, los movimientos libres del alma que se arranca por sí misma de la vida pasada para adoptar un nuevo estilo de vida, mostrando claramente a aquellos que los frecuentan, el cambio operado, y que el pasado no ha dejado rastros.
He aquí en qué consiste la transformación, si queréis seguirme y orientar vuestra conducta según mis palabras. Antes del bautismo, el hombre era intemperante, avaro, ladrón, lujurioso, mentiroso, calumniado y todo lo que de ello se deriva. Al presente, es necesario que sea reservado, satisfecho con lo que posee y listo a compartirlo con los pobres, preocupado por la verdad, respetuoso de todos y afable; en una palabra, debe practicar todo lo que constituye el bien. Como la luz expulsa las tinieblas y lo blanco la negrura, las obras de justicia expulsan al antiguo hombre. Tú ves, cómo Zaquías por su cambio de vida ha sofocado en sí al publicano: devolvió el cuádruple a aquellos a quienes había perjudicado, distribuyó a los pobres lo que precedentemente les había quitado.
Otro publicano, el evangelista Mateo, inmediatamente después de su elección se despojó de su vida como de una máscara. Pablo, que había sido un perseguidor, se convirtió por la gracia en Apóstol y llevó, por Cristo, con espíritu de expiación y penitencia, las cadenas injustas que había recibido de la Ley para perseguir a los discípulos del Evangelio.
He aquí cómo debe presentarse el nuevo nacimiento, he aquí cómo deben vivir los hijos de Dios extirpando el hábito del pecado, pues la gracia nos hace hijos de Dios. Es necesario que contemplemos exactamente las cualidades de nuestro Creador, para modelarnos sobre nuestro padre, para convertirnos en hijos verdaderos y legítimos de aquel que por la gracia nos ha llamado a la adopción. Un hijo desnaturalizado y caído que con su conducta burla la nobleza de su padre, es un reproche viviente. El Señor, en el Evangelio dijo a sus Discípulos, trazando nuestra línea de conducta: "Haced el bien a aquellos que os perjudican, rogad por aquellos que os hieren y persiguen para que seáis los hijos de vuestro Padre celestial, que hace levantar su sol tanto sobre los malvados como sobre los buenos, y llover sobre los justos como sobre los injustos."58 Seréis hijos, dice él, si compartís la bondad del Padre, expresando en vuestro comportamiento y vuestra disposición respecto al prójimo, la bondad de Dios.
He aquí por qué, una vez revestidos de la dignidad de hijos, el demonio nos acecha con más dureza, pues él estalla de envidia cuando ve la belleza del hombre nuevo que $e encamina hacia la ciudad celestial de la que él ha sido arrojado. Enciende en vosotros terribles tentaciones y se esfuerza en despojaros de vuestro segundo adorno, tal como lo hizo la primera vez. Cuando señalamos sus incursiones, nos obliga a repetir la palabra del Apóstol: "Todos nosotros, que hemos sido bautizados, hemos sido bautizados en la muerte."59
Entonces, si estamos muertos, el pecado está muerto por nosotros, ha sido atravesado por la lanza, como Fineas en su celo lo había hecho con el desenfreno. Vete, miserable, tú quieres despojar a un muerto que te había seguido anteriormente, a quien las voluptuosidades pasadas habían hecho perder el sentido. Un muerto no siente ninguna atracción por un cuerpo, un muerto no está seducido por las riquezas, un muerto no calumnia, un muerto no siente, no se apropia de lo que no le pertenece, no desprecia a aquellos que encuentra.
He cambiado de estilo de vida. He aprendido a despreciar ι mundo, a desconfiar de los bienes terrenales y a buscar los quienes de lo alto. Pablo lo ha dicho: “El mundo lo ha Crucificado, y él al mundo."60 He aquí el discurso del alma verdaderamente regenerada, he aquí como se expresa el hombre nuevo que recuerda la profesión de fe que hizo a Dios al recibir el bautismo, cuando prometió despreciar toda pena y todo placer por amor a él.
He aquí lo necesario para conmemorar la festividad que el ciclo del año nos propone. Conviene terminar nuestro discurso por aquel que nos ha otorgado ese don, para ofrecerle en cambio un modesto tributo por tantos beneficios.
Tú eres en verdad, Señor, una fuente de bondad que brota sin cesar, Tú que nos has rechazado en tu justicia y nos has tenido piedad en tu benevolencia. Tú te has enojado con nosotros y luego te has reconciliado, tú nos has maldecido y tú nos has bendecido, tú nos has arrojado del paraíso y luego nos has traído de vuelta, tú nos has revestido de modestas hojas de higuera, el traje de nuestra miseria, y tú has echado abre nuestras espaldas el manto de honor; tú has abierto la visión y liberado a los condenados, tú nos has bañado en agua pura y lavado nuestras manchas.
En adelante, Adán no deberá enrojecer si lo llama, ni tendrá que esconderse en el follaje del paraíso bajo el peso de su conciencia. La espada de fuego no cerrará ya la entrada del paraíso, para impedir el ingreso a aquellos que se acercan. Todo ha cambiado en alegría para los herederos del pecado, el paraíso y el cielo están en adelante abiertos al hombre. La creación terrestre y superterrestre, antes divididas, se han unido en la amistad: nosotros, los hombres, estamos junto a los ángeles y comulgamos en un mismo conocimiento de Dios. Por todas esas razones, cantemos a Dios el canto de alegría que labios inspirados profirieron un día:
"Mi alma exultará a causa del Señor, pues él me ha revestido de una vestimenta de salvación, como un recién casado se ciñe la diadema, o una novia se adorna con sus joyas."61
Aquel que aparece como esposo es naturalmente Cristo, quien es, quien fue, quien será bendito, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
29 1 Hch 8:36. — 30 Ga 3, 27: "En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo." — 31 Sal 32 (31), 2: "Dichoso el hombre a quien Yahveh no le cuenta el delito...." — 32 Rm 13:13: "Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas ni borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias." — 33 Ga 1:10: "Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo." — 34 Respecto al sentido de la fiesta, ver la introducción al sermón de Gregorio de Nazianzo. — 35 Is 60:8: "¿Quiénes son estos que como nube vuelan, como palomas a sus — palomares?" —36 Is 49:20: "El lugar es estrecho para mí, cédeme sitio para alojarme." — 37 Jn 3:5: "El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de L>ios." — 38 13:8: "El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a donde va." — 39 Sal 104 (103):24: "¡Cuan numerosas tus obras, Yahveh! Todas las has hecho con Sabiduría." — 40 Gn 21:14. — 41 Gn 24:17. — 42 Gn 29:9. — 43 Is 28:16: "He aquí que yo pongo por fundamento en Sión una piedra elegida, angular, preciosa y fundamental: quien tuviere fe en ella no vacilará." — 44 Dn 2:34: "Una piedra se desprendió sin intervención de mano alguna." — 45 Gn 30:27. — 46 Ex 2:2. — 47 Jos 4:9. — 48 1 R 18:34. — 49 k 1:16: "Lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista." — 50 Sal 34 (33), 6: "Los que miran hacia él, refulgirán: no habrá sonrojo en su semblante." — 51 Ez 36:25-27: 'Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne." — 52 Is 35:1: "Que el desierto y el sequedal se alegren, regocíjese la estepa y florezca como flor." — 53 Sal 143 (142), 6: "Hacia ti mis manos tiendo, mi alma es como una tierra que tiene sed de ti." — 54 Sal 42 (41), 3: 'Tiene mi alma sed de Dios, del Dios vivo." — 55 Jn 7:37: "Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba." — 56 4:13-14: "Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba el agua que yo le dé, no tendrá sed jamás." — 57 Sal 29 (28), 3: "Voz de Yahveh sobre las aguas; el Dios de gloria truena, ¡es Yahveh, sobre las muchas aguas!" — 58 Mt 5:44-45: "Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los q* os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su s« sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos." — 59 Rm 6:3: "¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jes«* fuimos bautizados en su muerte?" — 60 6:14: "Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor risto, por el cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para 61 mundo." — 61 Is 61:10: "Con gozo me gozaré en Yahveh, exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto corno el esposo se pone una diadema, como la novia se adorna con sus aderezos.
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