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viernes, 11 de diciembre de 2015

CATENA AUREA: Mt, 5:1-3

 


Evangelio según san Mateo, 5:1-3


Y viendo Jesús a las turbas subió a un monte, y después de haberse sentado, se llegaron sus discípulos. Y abriendo su boca, los enseñaba, diciendo: "Bienaventurados los pobres de  espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". (vv. 1-3) 
  
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Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Todo artífice según su profesión, se alegra viendo las oportunidades para obrar: un carpintero, cuando ve un árbol bueno, desea cortarlo para emplearlo en obras de su oficio; y el sacerdote, cuando ve una iglesia llena, se alegra en su interior y se siente movido a enseñar. Así el Señor, viendo la muchedumbre se sintió movido a predicar. Por ello dice: "Viendo Jesús las turbas subió a un monte".

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,19
Aquí parece que quiso evitar el verse envuelto por la muchedumbre y por ello subió al monte para hablar a solas a sus discípulos.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1
En esto de predicar sobre un monte y en la soledad, y no en la ciudad ni en el foro, nos enseñó a no hacer nada por ostentación y a separarnos del tumulto, principalmente cuando conviene dialogar de cosas importantes.

Remigio
Debe saberse que Jesús tuvo tres sitios de refugio: la barca, el monte y el desierto, a los cuales se retiraba cuando se veía acosado por la muchedumbre.

San Jerónimo, in Matthaeum, 5
Creen algunos hermanos sencillos que nuestro Señor enseñó lo que sigue en el monte de los olivos, lo que de ningún modo es verdad. Tanto por los antecedentes y los consiguientes se demuestra el lugar, que creemos sea el Tabor o algún monte elevado.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Subió, pues, a un monte, primeramente para cumplir la profecía de Isaías que dice: "Sube tú sobre un monte" ( Is 40,9); después para manifestar que el que enseña la Palabra de Dios, lo mismo que el que la oye, deben constituirse en cumbre de virtudes. Ninguno puede estar en el valle y hablar a la vez desde el monte. Si estás sobre la tierra hablas de las cosas terrenas, pero si estuvieras en el cielo hablarías de las cosas celestiales. O de otro modo, subió al monte para manifestar que todo el que quiera conocer los misterios de la verdad debe subir al monte de la Iglesia, de quien el profeta dice: "El monte del Señor es un monte rico" ( Sal 67,16).

San Hilario, in Matthaeum, 4
Subió a un monte porque colocado en la cumbre de la majestad del Padre dio los preceptos celestiales de la vida.

San Agustín, de sermone Domini, 1,1
O subió al monte para significar que eran menores los preceptos divinos que fueron dados por Dios por medio de sus profetas al pueblo de los judíos, a quien convenía advertir por medio del temor, y que se dispensaron mayores gracias por medio del Hijo de Dios, cuyo pueblo era conveniente librar por medio de la caridad.
Prosigue: "Y después de haberse sentado se llegaron a El sus discípulos".

San Jerónimo
Por lo tanto, no habla de pie sino sentado, porque no podían entenderlo si hubiese estado rodeado de su inmensa majestad.

San Agustín, de sermone Domini, 1,1
Cuando uno se sienta para enseñar demuestra la dignidad de maestro. Se acercaron sus discípulos para que, oyendo sus divinas palabras, estuvieran más cerca de su cuerpo los que se acercaban con el espíritu por medio del cumplimiento de los preceptos divinos.

Rábano
Hablando en sentido místico, el acto de sentarse del Salvador representa su Encarnación, porque si Dios no se hubiese encarnado, el género humano no hubiese podido subir hasta El.

San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,19
Llama la atención que San Mateo diga que este sermón tuvo lugar en el monte y estando sentado el Señor. San Lucas dice que lo predicó en un sitio campestre y de pie. En esto se manifiesta que San Mateo habla de un sermón y San Lucas de otro. ¿Qué importa el que Cristo repitiese alguna cosa que ya había dicho antes o hacer otra vez lo que ya había hecho? Aunque esto hubiese sucedido en alguna parte determinada del monte, se sabe que Jesucristo estuvo antes con sus discípulos cuando eligió doce de ellos. Después bajó, no del monte, sino de la misma cumbre del monte, a un lugar campestre, esto es, a alguna llanura del mismo monte en donde pudiesen caber muchos. Allí estuvo de pie hasta que la gente se reunió a su alrededor, y después, habiéndose sentado colocó cerca de sí a sus discípulos y en esta disposición dirigió la palabra lo mismo a sus discípulos que a la demás gente, pronunciando aquel sermón que refieren San Mateo y San Lucas con diversa forma pero igual en el fondo.

San Gregorio, Moralia, 1,4
Como Jesús había de expresar preceptos sublimes en el monte, se dice como introducción: "Y abriendo su boca los enseñaba", El, que poco tiempo antes había abierto la boca de los profetas.

Remigio
Donde se lea que Jesús abrió la boca, entiéndase que es que va a decir grandes cosas.

San Agustín, de sermone Domini, 1,1
Dice: "Abriendo su boca", para que esta misma detención advierta lo largo que ha de ser el sermón que se ha de pronunciar.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1
Dice esto el evangelista para que sepas que enseñaba su verdad, unas veces abriendo su boca, y otras con la voz de sus obras.

San Agustín, de sermone Domini, 1,1
Si alguno medita de una manera piadosa y conveniente, encontrará en este sermón cuanto se refiere a las buenas costumbres y al modo perfecto de vivir cristianamente. Por ello concluye así el sermón: "Todo aquel que oye estas mis palabras y hace cuanto le digo, le compararé con un hombres sabio" ( Mt 7,24).

San Agustín, de civitate Dei, 19,1
Ninguna causa hay para el filosofar más que el fin bueno; por otra parte lo que hace a uno bienaventurado eso es un fin bueno. Por esto comienza por la beatitud diciendo: "Bienaventurados los pobres de espíritu".

San Agustín, de sermone Domini, 1,1
La presunción del espíritu representa el orgullo y la soberbia. Se dice vulgarmente que los soberbios tienen un espíritu grande y con toda propiedad, porque el espíritu se llama viento. ¿Quién ignora que a los soberbios se les llama inflados como si estuvieran llenos de viento? Por lo cual, aquí se entienden por pobres de espíritu los humildes que temen a Dios, esto es, los que no tienen espíritu que hincha.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1-2
Aquí llama espíritu a la altivez y el orgullo. Cuando uno se humilla obligado por la necesidad no tiene mérito, por lo cual llama bienaventurados a aquellos que se humillan voluntariamente. Empieza cortando de raíz la soberbia y empieza así porque la soberbia fue la raíz y la fuente del mal en el mundo. Contra ella pone la humildad como un firme cimiento, porque una vez colocada ésta debajo, todas las demás virtudes se edificarán con solidez; pero si ésta no sirve de base, se destruye cuanto se levante por bueno que sea.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Por ello dice claramente: "Bienaventurados los pobres de espíritu" para manifestar así que son mendigos los que siempre escuchan a Dios. En el texto griego dice: Bienaventurados los mendigos y los pobres. Hay muchos que son humildes por naturaleza, no por la fe, porque no imploran la ayuda de Dios. Pero sólo son verdaderamente humildes los que lo son según la fe.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1
O pobres de espíritu se pueden llamar también a los temerosos, a quienes tiemblan ante los juicios de Dios, como el mismo Dios lo dice por boca de Isaías. ¿Qué más hay que simplemente humildes? Pues humilde, aquí es ciertamente el sencillo, pero también el muy rico.

San Agustín, de sermone Domini, 1,2
Los soberbios apetecen los cosas de la tierra pero de los humildes es el Reino de los Cielos.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Así como todos los vicios conducen al infierno, especialmente la soberbia, así todas las virtudes conducen al cielo, especialmente la humildad, porque es muy natural que sea ensalzado el que se humilla.

San Jerónimo
Bienaventurados los pobres de espíritu, esto es, los que por obra del Espíritu Santo se hacen pobres voluntariamente.

San Ambrosio, de officiis, 1,16
Aquí empieza la bienaventuranza en el juicio de Dios, donde es considerada la postración humana.

Glosa
A los pobres se ofrecen oportunamente en la vida presente las riquezas del cielo. 
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