Evangelio según san Mateo, 5:1-3
Y viendo Jesús a las turbas subió a un monte, y después de haberse
sentado, se llegaron sus discípulos. Y abriendo su boca, los enseñaba,
diciendo: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el
reino de los cielos". (vv. 1-3)
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Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Todo artífice según su profesión, se alegra viendo las oportunidades
para obrar: un carpintero, cuando ve un árbol bueno, desea cortarlo para
emplearlo en obras de su oficio; y el sacerdote, cuando ve una iglesia
llena, se alegra en su interior y se siente movido a enseñar. Así el
Señor, viendo la muchedumbre se sintió movido a predicar. Por ello dice:
"Viendo Jesús las turbas subió a un monte".
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,19
Aquí parece que quiso evitar el verse envuelto por la muchedumbre y por
ello subió al monte para hablar a solas a sus discípulos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1
En esto de predicar sobre un monte y en la soledad, y no en la ciudad ni
en el foro, nos enseñó a no hacer nada por ostentación y a separarnos
del tumulto, principalmente cuando conviene dialogar de cosas
importantes.
Remigio
Debe saberse que Jesús tuvo tres sitios de refugio: la barca, el monte y
el desierto, a los cuales se retiraba cuando se veía acosado por la
muchedumbre.
San Jerónimo, in Matthaeum, 5
Creen algunos hermanos sencillos que nuestro Señor enseñó lo que sigue
en el monte de los olivos, lo que de ningún modo es verdad. Tanto por
los antecedentes y los consiguientes se demuestra el lugar, que creemos
sea el Tabor o algún monte elevado.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Subió, pues, a un monte, primeramente para cumplir la profecía de Isaías que dice: "Sube tú sobre un monte" (
Is 40,9); después para manifestar que el que
enseña la Palabra de Dios, lo mismo que el que la oye, deben
constituirse en cumbre de virtudes. Ninguno puede estar en el valle y
hablar a la vez desde el monte. Si estás sobre la tierra hablas de las
cosas terrenas, pero si estuvieras en el cielo hablarías de las cosas
celestiales. O de otro modo, subió al monte para manifestar que todo el
que quiera conocer los misterios de la verdad debe subir al monte de la
Iglesia, de quien el profeta dice: "El monte del Señor es un monte rico"
(
Sal 67,16).
San Hilario, in Matthaeum, 4
Subió a un monte porque colocado en la cumbre de la majestad del Padre dio los preceptos celestiales de la vida.
San Agustín, de sermone Domini, 1,1
O subió al monte para significar que eran menores los preceptos divinos
que fueron dados por Dios por medio de sus profetas al pueblo de los
judíos, a quien convenía advertir por medio del temor, y que se
dispensaron mayores gracias por medio del Hijo de Dios, cuyo pueblo era
conveniente librar por medio de la caridad.
Prosigue: "Y después de haberse sentado se llegaron a El sus discípulos".
San Jerónimo
Por lo tanto, no habla de pie sino sentado, porque no podían entenderlo si hubiese estado rodeado de su inmensa majestad.
San Agustín, de sermone Domini, 1,1
Cuando uno se sienta para enseñar demuestra la dignidad de maestro. Se
acercaron sus discípulos para que, oyendo sus divinas palabras,
estuvieran más cerca de su cuerpo los que se acercaban con el espíritu
por medio del cumplimiento de los preceptos divinos.
Rábano
Hablando en sentido místico, el acto de sentarse del Salvador representa
su Encarnación, porque si Dios no se hubiese encarnado, el género
humano no hubiese podido subir hasta El.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,19
Llama la atención que San Mateo diga que este sermón tuvo lugar en el
monte y estando sentado el Señor. San Lucas dice que lo predicó en un
sitio campestre y de pie. En esto se manifiesta que San Mateo habla de
un sermón y San Lucas de otro. ¿Qué importa el que Cristo repitiese
alguna cosa que ya había dicho antes o hacer otra vez lo que ya había
hecho? Aunque esto hubiese sucedido en alguna parte determinada del
monte, se sabe que Jesucristo estuvo antes con sus discípulos cuando
eligió doce de ellos. Después bajó, no del monte, sino de la misma
cumbre del monte, a un lugar campestre, esto es, a alguna llanura del
mismo monte en donde pudiesen caber muchos. Allí estuvo de pie hasta que
la gente se reunió a su alrededor, y después, habiéndose sentado colocó
cerca de sí a sus discípulos y en esta disposición dirigió la palabra
lo mismo a sus discípulos que a la demás gente, pronunciando aquel
sermón que refieren San Mateo y San Lucas con diversa forma pero igual
en el fondo.
San Gregorio, Moralia, 1,4
Como Jesús había de expresar preceptos sublimes en el monte, se dice
como introducción: "Y abriendo su boca los enseñaba", El, que poco
tiempo antes había abierto la boca de los profetas.
Remigio
Donde se lea que Jesús abrió la boca, entiéndase que es que va a decir grandes cosas.
San Agustín, de sermone Domini, 1,1
Dice: "Abriendo su boca", para que esta misma detención advierta lo largo que ha de ser el sermón que se ha de pronunciar.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1
Dice esto el evangelista para que sepas que enseñaba su verdad, unas veces abriendo su boca, y otras con la voz de sus obras.
San Agustín, de sermone Domini, 1,1
Si alguno medita de una manera piadosa y conveniente, encontrará en este
sermón cuanto se refiere a las buenas costumbres y al modo perfecto de
vivir cristianamente. Por ello concluye así el sermón: "Todo aquel que
oye estas mis palabras y hace cuanto le digo, le compararé con un
hombres sabio" (
Mt 7,24).
San Agustín, de civitate Dei, 19,1
Ninguna causa hay para el filosofar más que el fin bueno; por otra parte
lo que hace a uno bienaventurado eso es un fin bueno. Por esto comienza
por la beatitud diciendo: "Bienaventurados los pobres de espíritu".
San Agustín, de sermone Domini, 1,1
La presunción del espíritu representa el orgullo y la soberbia. Se dice
vulgarmente que los soberbios tienen un espíritu grande y con toda
propiedad, porque el espíritu se llama viento. ¿Quién ignora que a los
soberbios se les llama inflados como si estuvieran llenos de viento? Por
lo cual, aquí se entienden por pobres de espíritu los humildes que
temen a Dios, esto es, los que no tienen espíritu que hincha.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1-2
Aquí llama espíritu a la altivez y el orgullo. Cuando uno se humilla
obligado por la necesidad no tiene mérito, por lo cual llama
bienaventurados a aquellos que se humillan voluntariamente. Empieza
cortando de raíz la soberbia y empieza así porque la soberbia fue la
raíz y la fuente del mal en el mundo. Contra ella pone la humildad como
un firme cimiento, porque una vez colocada ésta debajo, todas las demás
virtudes se edificarán con solidez; pero si ésta no sirve de base, se
destruye cuanto se levante por bueno que sea.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Por ello dice claramente: "Bienaventurados los pobres de espíritu" para
manifestar así que son mendigos los que siempre escuchan a Dios. En el
texto griego dice: Bienaventurados los mendigos y los pobres. Hay muchos
que son humildes por naturaleza, no por la fe, porque no imploran la
ayuda de Dios. Pero sólo son verdaderamente humildes los que lo son
según la fe.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 15,1
O pobres de espíritu se pueden llamar también a los temerosos, a quienes
tiemblan ante los juicios de Dios, como el mismo Dios lo dice por boca
de Isaías. ¿Qué más hay que simplemente humildes? Pues humilde, aquí es
ciertamente el sencillo, pero también el muy rico.
San Agustín, de sermone Domini, 1,2
Los soberbios apetecen los cosas de la tierra pero de los humildes es el Reino de los Cielos.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9
Así como todos los vicios conducen al infierno, especialmente la
soberbia, así todas las virtudes conducen al cielo, especialmente la
humildad, porque es muy natural que sea ensalzado el que se humilla.
San Jerónimo
Bienaventurados los pobres de espíritu, esto es, los que por obra del Espíritu Santo se hacen pobres voluntariamente.
San Ambrosio, de officiis, 1,16
Aquí empieza la bienaventuranza en el juicio de Dios, donde es considerada la postración humana.
Glosa
A los pobres se ofrecen oportunamente en la vida presente las riquezas del cielo.
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