Crítica Textual
El
objeto de la crítica textual es restaurar lo mejor que se pueda el
texto original de una obra cuya autógrafo se ha perdido. Esta crítica
textual difiere de la Alta Crítica cuya finalidad es investigar las
fuentes de una obra literaria, estudias su composición, determinar su
fecha y seguir la pista de las influencias y varias transformaciones a
lo largo de los tiempos.
Necesidad y proceso de la crítica textual
La critica textual no tiene aplicaciones excepto en relación con la
obra cuyo original no existe, porque si existiera, podría ser
reproducido fácilmente en fotograbado, o publicada una vez descifrada
correctamente. Pero no se ha trasmitido ningún original de los libros
sagrados, así como tampoco de los profanos de la misma época. Los
antiguos no tenían esa veneración supersticiosa de los manuscritos
originales que tenemos hoy. En tiempos muy antigua, los judíos estaban
acostumbrados a destruir los libros sagrados que ya no se usaban
quemándolos con los restos de los santos personajes u ocultándolos en lo
que llamaban la a ghenizah. Esto explica porqué las biblias hebreas
son, comparativamente hablando, no muy antiguas, aunque los judías
tenían la costumbre de escribir los libros sagrados en piel o pergamino.
En los primeros siglos de la era cristiana los griegos y latinos
empleaban generalmente papiros, un material que se deteriora rápidamente
y se deshace. Hasta el siglo cuarto no se comenzó a usar comúnmente el
pergamino y precisamente son de ese tiempo del que datan nuestros más
antiguos manuscritos de los Septuaginta y del Nuevo Testamento. Nada,
excepto un milagro continuado, pudo traernos el texto de los escritores
inspirados sin alteraciones o corrupciones y la Divina Providencia, que
ejerce una economía de lo sobrenatural y no multiplica innecesariamente
los prodigios, no ha realizado tal milagro. De hecho es materialmente
imposible transcribir sin ningún error en absoluto la totalidad una
larga obra y a priori podemos estar seguros de que no hay dos copias del
mismo testo original que sean iguales en todos los detalles. Un ejemplo
típico es el de la Confesión Augustana presentada al emperador Carlos V
la tarde el 25 de junio de 1530, en latín y alemán. Se imp0rimió en
septiembre del mismo año y publicada dos meses después por su autor,
Melanchton. Se sabe que se hicieron 35 copias en la segunda mitad del
año 1530, nueve de ellas por firmantes de la Confesión. Pero como los
dos originales se han perdido y las copias no concuerdan unas con otras o
con las primeras ediciones, no estamos seguros de tener el texto
auténtico en los detalles más mínimos. Con este ejemplo se aprecia
fácilmente la necesidad de la crítica textual en el caso de obras tan
antiguas y transcritas tan frecuentemente como los libros de la Biblia.
Clases de errores textuales
Las corruptelas introducidas por los copistas pueden ser divididas en
dos clases: errores involuntarios y los que son total o parcialmente
intencionados. A estas causas diferentes se deben las variaciones
observadas entre manuscritos.
Errores Involuntarios: Los errores involuntarios se pueden
clasificar como de vista, de oído o de memoria, respectivamente. La
vista confunde con facilidad las letras y palabras parecidas. Es fácil
de entender que letras similares son fácilmente intercambiadas en la
escritura cuadrada hebrea, griega, unciales o griega cursiva. Cuando el
ejemplar se escribe esticométricamente, el ojo del copista puede
fácilmente dejar pasar una o varias líneas. A esta clase de errores
pertenece el fenómeno muy frecuente de homoeoteleuton, i.e. omisión de
un pasaje que tiene un final exactamente como otro pasaje que le sigue
antes o después. Algo similar ocurre cuando varias frases que comienzan
con la misma palabra van juntas. En segundo lugar, los errores de oído
ocurren con frecuencia cuando uno escribe al dictado. Pero hasta con el
ejemplar delante un copista suele pronunciarlo en voz baja o para sí
mismo, la frase que está transcribiendo y así es probable confundir una
palabra por otra que suena de forma similar. Esto explica numerosos
casos de “itacismo” que se hallan en los manuscritos griegos
especialmente en el continuo intercambio de hymeis y hemeis. Por fin,
errores de memoria cuando en vez de escribir el pasaje recién leído el
copista, inconscientemente sustituye otro texto familiar que sabe de
memoria o cuando está influenciad por el recuerdo de un texto paralelo.
Errores de este estilo son muy frecuentes en los Evangelios.
Errores total o parcialmente intencionales: Las corruptelas
deliberadas del Texto Sagrado han sido siempre raras. El caso de Marción
es excepcional. Hort [Introduction (1896), p. 282] es de la opinión de
que “hasta entre las lecturas incuestionablemente espurias del Nuevo
Testamento no hay señales de falsificación deliberada del texto Copn
fines dogmáticos.” Sin embargo es verdad que el escriba con frecuencia
selecciona de entre varias lecturas aquella que le va mejor a su propia
opinión individual o la doctrina que es más generalmente aceptada en ese
momento. También sucede que, de buena fe, cambia el pasaje que le
parece corrupto porque no lo entiende y añade palabras que piensa que
son necesarias para dilucidar el significado, que corrige por una forma
más correcta gramaticalmente o lo que considera una expresión más exacta
y armoniza pasajes paralelos. Así, por ejemplo, la forma más breve del
Padrenuestro en Lucas xi, 2-4 está alargada en la mayoría de los
manuscritos griegos para ponerlo de acuerdo con Mateo, vi, 9-13. La
mayoría de estos errores proceden de insertar en el texto notas
marginales que, en la copia que se transcribe, eran variantes,
explicaciones, pasajes paralelos, simples observaciones, o quizás las
conjeturas de algún lector estudioso. Todos los críticos han observado
la predilección de los copistas por los textos más morbosos y su
tendencia a completar citas que son demasiado breves, de ahí quesea más
fácil que ocurra una interpolación que una omisión.
Otras consideraciones
De lo dicho es fácil entender lo numerosas que serían las lecturas de
un texto transcrito tan frecuentemente como la Biblia y si sólo una
lectura puede representar al original, se sigue que todas las demás son
necesariamente defectuosas. Mill estimó que había unas 30.000 variantes
en el Nuevo Testamento y desde el descubrimiento de tantos manuscritos
desconocidos para Mills este número se ha incrementado enormemente.
Naturalmente que la mayoría de estas variantes son detalles sin
importancia, como por ejemplo, peculiaridades ortográficas, `palabras
inventadas y cosas parecidas. Otras son totalmente improbables y ni
siquiera merecen ser mencionadas. Hort (Introduction, 2) estima que una
duda razonable no afecta más que al sexagésima parte de las palabras.”En
esta segunda estimación la proporción de variaciones comparativamente
triviales es, más allá de toda medida, más grande que la primera; así
que la cantidad de lo que en cada caso puede ser llamado variación
sustancial no es más que una ínfima fracción del total de las
variaciones residuarias y apenas forma más del una milésima parte del
texto completo”. Quizá pueda decirse lo mismo de la Vulgata, pero
respecto al primitivo texto hebreo y la versión de los Setenta hay
muchas más dudas. Hemos dicho que el objeto de la crítica textual es
restaurar una obra a lo que era cuando dejó las manos del autor. Pero es
posible, hablando en absoluto, que el mismo autor haya hecho más de una
edición de su obra. Esta hipótesis de pensó por Jeremías para explicar
las diferencias entre el texto griego y el hebreo. Y respecto a S.
Lucas, para dar cuenta de las variaciones entre el "Codex Bezae" y otros
manuscritos griego del tercer evangelio y en los Hechos de los
Apóstoles. Estas hipótesis pueden estar poco fundadas pero como no son
ni absurdas ni imposibles, no se pueden rechazar a priori
Principios generales de la crítica textual
Para reestablecer un texto en su pureza, o al menos para eliminar
todo lo posible sus falsificaciones sucesivas, es necesario consultar y
sopesar todas las pruebas. Y estas pueden ser externas, las
proporcionadas por documentos que reproducen todo el texto o parte de
él, en el original o en traducción -- una prueba diplomática – e
internas resultantes del examen del texto en sí independientemente de su
corroboración extrínseca –prueba paradiplomática. Las vamos a
considerar por separado.
Evidencia externa (diplomática)
La prueba para una obra cuyo manuscrito original se ha perdido la
proporciona (a) las copias, (manuscritos), (b) versiones, y (c) citas.
Estas tres no siempre existen simultáneamente y el orden en el que se
enumeran no indica su autoridad relativa.
Manuscritos
Respecto a las copias de obras antiguas hay que considerar tres
cosas: (i) edad, (ii) valor y (iii) genealogía; y añadiremos unas
palabras sobre (iv) nomenclaturas crítica, o anotaciones
Edad: La edad es a veces indicada en una nota del mismo
manuscrito; pero cuando no hay sospecha de falsificación, puede
simplemente transcribirse del ejemplar, como los manuscritos datados no
son muy antiguos, hay que recurrir a varias indicaciones paleográficas
que determinen con suficiente exactitud del edad de los manuscritos
griegos y latinos. La paleografía hebrea, aunque más incierta, presenta
menos dificultades, en cuanto que los manuscritos hebreos no son tan
antiguos. Además, la edad exacta de un acopia, después de todo, es de
menor importancia, puesto que es muy posible que el manuscrito antiguo
está muy corrompido mientras que uno posterior, copiado de un ejemplar
mejor, se acerque más al primitivo texto. Sin embargo, la presunción
está a favor del documento más antiguo, porque está conectado con el
original por haber sido menos intervenido y por ello expuesto a monos
posibilidades de error.
Valor: Es más importante asegurarse del valor relativo que de la
edad de un manuscrito. Algunas pruebas inspiran poca confianza porque
se ha visto que son con frecuencia defectuosas, mientras que otras se
aceptan mejor porque el examen crítico las ha mostrado co exactas y
veraces. ¿Y esto como se puede distinguir? Antes del examen, las
lecturas de un texto se dividen en tres o cuatro clases: la cierta o
probablemente verdadera, la dudosa y la cierta o probablemente falsa. Un
manuscrito es juzgado bueno o excelente cuando presenta en general una
verdadera lectura y no contiene nada que sea ciertamente falso. Bajo
condiciones contradictorias se considera mediocre o sin valor. No hace
falta añadir que la excelencia extrínseca de un manuscrito no se mide
por el mayor o menos cuidado de los copistas; un manuscrito puede ser
intuido entre los erróneos por los errores del los copistas aunque el
del que se copia sea correcto y uno transcrito de un ejemplar defectuoso
puede, considerado meramente como copia, no tener error alguno
Genealogía: La genealogía de los documentos, desde un punto de
vista crítico es muy interesante e importante. En cuanto se demuestra
que un manuscrito, sin que importe su antigüedad, es una copia de otro
manuscrito que existe, debe desaparecer de la lista de autoridades,
puesto que su testimonio particular no es de valor para establecer el
texto primitivo. E, por ejemplo, lo que sucedió con el "Codex
Sangermanensis" (E de las Epístolas Paulina) cuando se demostró que era
una copia defectuosa del "Codex Claromontanus" (D de las Epístolas
Paulinas). Si un texto se conserva en 10 manuscritos, 9 de los cuales
han salido de un común a ellos, no tendríamos diez testimonios
independientes sino dos, puesto que los nueve primeros cuentan solo por
uno y no son más importantes que el décimo a no ser que se mostrara que
el ejemplar común de los nueve era mejor que aquel del que se tomó el
décimo. Las consecuencias de esta principio son obvias y la ventaja y
necesidad de agrupar los testimonios de un texto en familias se entiende
fácilmente. Se puede suponer que el crítico se guía principalmente en
sus investigaciones por el lugar donde nació el manuscrito, pero los
antiguas manuscritos viajaban mucho con frecuencia y su nacionalidad es
raramente conocida con certeza. Así, hay muchos que opinan que el
Vaticanus y el Sinaiticus salieron de Caesarea de Palestina, mientras
que otros mantiene que fueron escritos en Egipto y Hort se inclina a
creer que fueron copiados en occidente, probablemente en Roma (ver CODEX
VATICANUS; CODEX SINAITICUS). De ahí que la principal guía de los
críticos en este asunto debiera ser la comparación cuidadosa de los
manuscritos, sobre el principio de que lecturas idénticas apuntan a una
fuente común y cuando la identidad entre dos o más manuscritos es
constante – especialmente en variantes excepcionales y excéntricas – la
identidad del ejemplar queda establecida. Pero esta investigación
encuentra muchas dificultades, Una primera complicación, muy incomoda,
surge de la mezcla de textos. Solo hay unos pocos textos que sean puros,
es decir, tomados de un solo ejemplar. Los antiguos copistas eran casi
todas hasta cierto punto editores y elegían entre las variantes de los
diferentes ejemplares. Más aún, los correctores o los lectores, con
frecuencia introducían, ya en los márgenes o entre líneas, nuevas
lecturas que después se incorporaban al cuerpo del texto del manuscrito
así corregido. En tal caso, la genealogía del manuscrito se complicara
mucho. Ocurre también a veces que dos manuscritos que están muy
relacionados en ciertos libros no se parecen en nada en otros. De hecho
los libros separados de la Biblia, en la antigüedad, solían copiarse
cada uno en su propio rollo de papiro y cuando se copiaron de estos
rollos separados sobre hojas de pergamino y se encuadernaron en un
enorme “codex”, los textos pertenecientes a diferentes familias pudieron
muy bien coserse juntos. Todos estos hechos explican por qué los
críticos están con frecuenta en desacuerdo al determinas las
agrupaciones genealógicas (consultar, Hort “Introductión “pp. 39-69:
"Genealogical Evidence".)
Nomenclatura critica o notación: Cuando las copias de un texto
no son muy numerosas, cada editor le asigna los símbolos convenciones
que quiere. Este fue durante mucho tiempo el caso con las ediciones de
los originales hebreo y griego de los Setenta y de la Vulgata, por no
mencionar otras versiones. Pero cuando, como actualmente, las copias de
un manuscrito se incrementan tanto, es necesario adoptar una notación
uniforme para evitar las confusiones. Los manuscritos hebreos son
designados usualmente por las cifras que les asignaron Kennicott y De
Rossi. Pero este sistema tiene las desventajas de no ser continuo,
recomenzando las series de cifras tres veces. Manuscritos Kennicott,
manuscritos De Rossi y otros catalogados por este pero que no pertenecen
a su colección. Surge además otras dificultad por el hecho de que los
manuscritos no incluidos en las tres listas precedentes han permanecido
sin símbolo y solo pueden ser indicados mencionando el número del
catálogo en el que se describen. La notación de los manuscritos griegos
de los Setenta es casi la misma que la adoptada por Holmes y Parsons en
su edición de Oxford de 1798-1827. Estos dos investigadores designaron
los unciales con números romanos (de I a XIII) y los en cursiva con
números arábigos (de 14 a 311).
Pero su lista era defectuosa ya que ciertos manuscritos se
contaron dos veces, mientras que otros numerados entre los cursivos eran
unciales total o parcialmente etc. Para los cursivos la notación
Holmes-Parsons aun se usa; los unciales, incluidos los encontrado desde
entonces se designan con letras mayúsculas latinas; pero no se han
asignado símbolos a cursivos recientemente descubiertos (ver la lista
completa en Swete, "An Introduction to the Old Testament in Greek",
Cambridge, 1902, p. 120-170.) La nomenclatura de los manuscritos griegos
de Nuevo testamento también deja mucho que desear. Wetstein, el autor
de la notación usual, designa a los unciales por letras y a los cursivos
con números arábigos. Su lista fue continuada por Birch y por Scholz y
después por Scrivener, independientemente por Gregory. Las mismas letras
correspondían a muchos manuscritos, de ahí la necesidad de distinguir
índices, así Dev ="Codex Bezæ", Dpaul = Codex Claromontanus, etc. Más
aún, las series de números recomienzan cuatro veces (Evangelios, Hechos y
Epístolas Católicas, Epístolas de Pablo, Apocalipsis) de manera que uno
cursivo que contiene todos los libros del Nuevo Testamento debe ser
designado por cuatro números diferentes acompañados por su índice. Así,
el manuscrito del Museo Británico "Addit. 17469" es para Scrivener
584ev, 228ac, 269pau, 97apoc (i.e. el manuscrito 584avo de los
Evangelios de esta lista, el 228avo de los Hechos etc.) y para Gregory
498ev, 198act, 255paul, 97apoc. Para remediar esta confusión, Von Soden
pone como principio que las unciales no debieran tener una notación
distinta de las cursivas y que cada manuscrito debiera ser designado por
una solo abreviatura. De ahí que asigne a cada manuscrito una cifra
arábiga precedida por una de las tres iniciales griegas ro uno de,
epsilon, alfa o delta, según que contenga los Evangelios solos
(euaggelion), o no contiene los evangelios (apostolos), o contiene ambos
los evangelios y otra parte del N.T. (diatheke). El número se elige
para indicar la edad aproximada del manuscrito. Esta notación es sin
duda mejor, aunque hace falta la aceptación universal, sin la que
surgirán confusiones sin fin. Para la Vulgata, los más famosos
manuscritos se designan o por un nombre convencional o su abreviatura
(am="Amiatinus", fuld="Fuldensis"); los otros manuscritos no tiene
generalmente símbolos admitidos. (Esta nomenclatura es imperfecta y
deficiente. Los críticos debieran llegar a acuerdos para elegir símbolos
especiales para los agrupamientos por genealogías de los manuscritos
que aún no tienen. Sobre este tema ver el artículo de el autor de este
artículo, "Manuscrits bibliques" in Vigouroux, "Dict. de la Bible", IV,
666-698).
Versiones
La importancia de las antiguas versiones en la crítica textual de los
Libros Sagrados surge del hecho de que las versiones son con frecuencia
muy anteriores a los más antiguos manuscritos. Así, la traducción de
los Septuaginta antecedía al menos doce siglos a las copias más antiguas
del texto hebreo que nos han llegado. Y para el N.T. las versiones
Itálica y Peshito son del siglo Segundo, la Copta del tercero mientras
que el “Vaticanus” y el “Sinaiticus”, que son nuestros más antiguos
manuscrititos, son del cuarto. Estas traducciones, más aún, hechas por
iniciativa o bajo la supervisión de las autoridades eclesiásticas o al
menos han sido aprobadas y sancionadas por la iglesias que las usaron
públicamente, has seguido sin duda a los ejemplares que estimaron
mejores y más correctos y esto es una garantía a favor de la pureza del
texto que representan. Desgraciadamente, el uso de traducciones en la
crítica textual ofrece numerosas y a veces insuperables dificultades. En
primer lugar, a no ser que la versión sea literal y escrupulosamente
fiel, casi siempre se está perdido para determinar con certeza que
lectura representa. Además tenemos unas pocas versiones no antiguas
editadas de acuerdo con las exigencias de la crítica rigurosa. Los
manuscritos de estas versiones difieren unos de otros considerablemente y
a veces es difícil descubrir la lectura primitiva. Cuando ha habido
varias versiones en el mismo idioma como, por ejemplo, en latín, siríaco
y copto es raro que unas versiones no hayan influido a la larga unas en
las otras. Las diferentes copias de una versión han sido frecuentemente
retocadas o corregidas según el original y en varias épocas se han
hecha alguna clase de recensiones. El caso de los Septuaginta es bien
conocido por lo que S. jerónimo nos dice y por el examen de los
manuscritos mismos que ofrecen una chocante diversidad. Por todo ello,
el uso de versiones en la crítica textual es un asunto muy delicado y
muchos críticos tratan de evadirse de la dificultad no teniéndolas en
cuenta. Pero decididamente están equivocados y después se verá que el
uso de la versión de los Septuaginta puede ser empleado en la
reconstrucción del texto primitivo del Antiguo Testamento.
Citas
La crítica textual del Nuevo Testamento Griego, de los Setenta y de
la Vulgata se ha aprovechado de citas de los Padres, sin duda. Pero al
usarlas hay que ser cautos y reservados, porque con frecuencia los
textos bíblicos son citados de memoria y muchos autor4es tiene el hábito
de citar con poca exactitud. Gregory da tres ejemplos muy instructivos
en sus Prolegómenos a la octava edición de Tischendorff (pp. 1141-1142).
Charles Hodge, el autor de los comentarios muy estimados, cuando fue
informado de que su cita del Génesis, iii, 15, "El linaje... de la mujer
aplastará tu cabeza” era de una seria inexactitud rehusó cambiarla
porque esta versión ha pasado al uso común. En su historia de la Vulgata
el erudito Kaulen citó dos veces el dicho conocido de S. Agustín, una
con exactitud: "verborum tenacior cum perspicuitate sentientiæ", y una
inexacta: "verborum tenacior cum sermonis perspicuitate". Finalmente
Jeremy Taylor, el conocido teólogo, de las 9 citas de Juan, iii, 3-5, en
ningún caso da las palabras de la versión anglicana que intentaba
seguir. Seguramente no debiéramos buscar mayor rigor en los Padres,
muchos de los cuales no tenían espíritu crítico. Más aún, hay que notar
que tampoco se puede depender del texto de nuestras ediciones tampoco.
Sabemos que los copistas, al transcribir palabra de los Padres, griegos o
latinos, frecuentemente sustituían por citas bíblicas esa forma del
texto con el que estaban más familiarizados y hasta los editores de
tiempos anteriores no eran muy escrupulosos en este aspecto.
¿Sospecharía alguien de que en la edición del comentario de S. Cirilo de
Alejandría al Cuarto Evangelio, publicada por Pusey en 1872, el texto
de S. Juan se toma del Nuevo Testamento impreso en Oxford en vez de
reproducir el del manuscrito de S. Cirilo? Desde este punto de vista, la
edición de los Padres latinos emprendida en Austria y a de los Padres
griegos ante-nicenos publicada en Berlín son dignas de toda la
confianza. Las citas tienen un mayor valor para el crítico cuando un
comentario completo garantiza el texto. Y la autoridad de una cita es
mayor cuando un autor cuya reputación por sus hábitos críticos esta bien
establecida, como Orígenes o s. Jerónimo, atestigua formalmente que la
lectura encontrada es la mejor o de los manuscritos más antiguos de su
tiempo. Obviamente es más valiosa en estas circunstancias que la de
cualquier simple manuscrito de la misma época.
Evidencia Interna o Paradiplomática
Sucede con frecuencia que el testimonio documental es incierto porque
es discordante y aunque sea unánime puede s estar abierto a la sospecha
porque lleva a resultados improbables o imposibles. Entonces hay que
recurrir a las pruebas internas y aunque por si mismas rara vez bastan
para tomar una decisión firme, sin embargo corroboran y a veces
modifican el veredicto sobre los documentos. Las reglas de la crítica
interna son simplemente los axiomas del sentido común, cuya aplicación
requiere mucha experiencia y juicios consumados para evitar el peligro
de arbitrariedad dentro del subjetivismo. Formularemos brevemente y
explicaremos las más importantes de estas reglas. Regla 1. Entra
distintas variantes ha de preferirse la que está más de acuerdo con el
contexto, está mas conforme con el estilo y hábitos mentales del autor.
Hort explica bien esta regla ("The New Testament in the Original Greek",
Introduction, Londres, 1896, p. 20):” La decisión puede tomarse ya de
manera inmediata como si fuera un juicio intuitivo o sopesando
cautelosamente los varios elementos que constituyen lo que se llama
sentido, como la conformidad con la gramática y con el resto de la frase
y de un contexto más amplio al lo que hay que añadir que esté de
acuerdo con el estilo usual del autor y a su materia en otros pasajes.
El proceso puede tomar la forma de simple comparación entre dos o
más lecturas rivales bajo el mismo título y dando preferencia a la que
parece tener ventaja o rechazando absolutamente una versión por
violación de una o más congruencias o adoptar una lectura por absoluta
perfección y congruencia.”. La aplicación de la regla rara vez produce
certeza suele llevar a una presunción, más o menos fuerte, que la prueba
documental confirma o anula según los casos. Sería muy sofisticado
pensar que los antiguos autores siempre son congruentes consigo mismos,
siempre correctos en el uso del idioma y felices en sus expresiones. El
lector está predispuesto a imaginar que penetra en su pensamiento y que
les hace hablar como él mismo hablaría en esa ocasión .Pero esto está a
un paso de las conjeturas de las que se ha abusado mucho. Regla 2. Entre
varias lecturas es preferible la que explica a las otras y no es
explicada por ninguna— Gregory, en sus “Prolegomena” (8ª edic.crítica
ed. Del Nuevo Testamento de Tischendorf, p. 63), dice a propósito de
esta regla: "Hoc si latiore vel latissimo sensu accipietur, omnium
regularum principium haberi poterit; sed est ejusmodi quod alius aliter
jure quidem suo, ut cuique videtur, definiat sequaturque." De hecho está
sujeta a aplicaciones arbitrarias lo que solo prueba que hay que usarla
con prudencia y circunspección. Regla 3. La lectura más difícil es
también la más probable.--"Proclivi scriptioni pr stat ardua" (Bengel). –
Aunque parezca paradójico, esta regla es, en cierta medida basada en la
razón y los que la han aplicado con más interés, como Wetstein, se han
visto obligados a sustituirla con algo similar. Pero es verdad solo con
la condición de que se añada la cláusula “siendo todas las demás
iguales”, de lo contrario tendríamos que preferir barbarismos y absurdos
de los copistas solamente porque son más difíciles de entender que la
expresión correcta o la frase inteligente.
Ciertamente que los copistas nunca cambiaban su texto por el mero
placer de hacerlo más oscuro o para corromperlo; por el contrario
intenta más bien explicarlo o corregirlo. De ahí que una expresión
brusca una frase irregular y un pensamiento que no se busca son
posiblemente primitivos, pero siempre, como hemos dicho con esa
condición: ceteris paribus. Y no hay que olvidar que la dificultad de la
lectura puede surgir por otras causas, como la ignorancia del copista o
los defectos del ejemplar del que copia. Regla 4. El párrafo más corto
es, en general, el mejor. -- "Brevior lectio, nisi testium vetustorum et
gravium auctoritate penitus destituatur, præferenda est verbosiori.
Librarii enim multo proniores ad addendum fuerunt, quam ad omittendum
(Griesbach)." La razón que da Griesbach, autor de esta regla, la
confirma la experiencia. Pero no se puede aplicar demasiado
generalmente; si ciertos copistas tienen la inclinación a introducir una
interpolación en su apresuramiento por terminar la tarea son culpables
consciente o inconscientemente de abreviaciones u omisiones. Vemos que
las reglas de la crítica interna, en tanto en cuanto pueden usarse, son
sugerencias del sentido común. Otras normas formuladas por ciertos
críticos se basan solamente en su imaginación, por ejemplo la propuesta
por Griesbach: "Inter plures unius loci lectiones ea pro suspectâ merito
habetur quæ orthodoxorum dogmatibus manifeste præ ceteris favet." De lo
que entonces se seguiría que las variaciones sospechosas de herejía
tienen todas las probabilidades a su favor y que los herejes eran más
cuidadosos de la integridad de los sagrados textos que los ortodoxos. La
historia y la razón combinadas protestan contra esta paradoja.
Crítica Conjetural
En principio, la crítica conjectural no es inadmisible. De hecho, es
posible que entonos los documentos existentes, manuscritos, versiones,
citas hay errores primitivos que solo se pueden corregir por conjetura.
La expresión errores primitivos se usa aquí para denotar los que fueron
cometidos por el escriba mismo en las obras al dictado o lo que se coló
en una de las primeras copias de la que dependen todos los documentos
que nos han llegado. Scrivener, por consiguiente parece excesivamente
positivo cuando escribe ("Introduction", 1894, Vol. II, p. 244): " Ahora
se admite entre jueces competentes que la Enmienda Conjetural no debe
ser utilizada ni siquiera en pasajes de conocida dificultad. La ausencia
de prueba de que una lectura que se propone que sea sustituida por la
común está en realidad apoyada por un documento fiable es en sí una
objeción fatal para que lo aceptemos. Muchos críticos no llegarían tan
lejos puesto que hay pasajes que permanecen dudosos hasta después de los
esfuerzos de la critica de documentos se ha agotado y no vemos porqué
se debe prohibir buscas un remedio en la critica conjetural. Así Hort
observa justamente ("Introduction", 1896, p. 71): “La prueba de la
corrupción es con frecuencia irresistible, imponiendo en el editor el
deber de indicar la presunta corruptela del texto aunque sea totalmente
incapaz de proponer una forma aceptable para corregirla, o tiene que
ofrecer sugerencias en las que no confía completamente”. Pero añade que
en el Nuevo Testamento el papel de las enmiendas conjeturales es
extremadamente débil por la abundancia y variedad de pruebas
documentales y está de acuerdo con Scrivener en admitir que las
conjeturas presentadas son con frecuencia totalmente arbitrarias, casi
siempre desafortunadas y de tal naturaleza que solo satisfacen a su
inventor. Por resumir, la crítica conjetural solo debiera ser aplicada
como último resorte, después de que se han agotado todos los medios y
solo con un escepticismo prudente.
Aplicación de los Principios y Procesos de la Crítica Textual
Queda por explicar brevemente las modificaciones que sufren los
principios de la crítica textual en su aplicación a los textos bíblicos,
enumerar las principales ediciones críticas e indicar los métodos
seguidos por los editores. Hablaremos aquí solo del texto hebreo del
Antiguo Testamento y del texto griego del Nuevo Testamento.
Texto Hebreo del Antiguo Testamento
El aparato crítico: El número de manuscritos hebreos en muy grande.
Kennicott ("Dissertatio generalis in Vet. Test. hebraicum", Oxford,
1780) y De Rossi ("Vaniæ lectiones Vet. Testamenti", Parma, 1784-88) han
catalogado 1300. Desde sus días esta cifra ha crecido mucho gracias a
los descubrimientos hechos en Egipto, Arabia, Mesopotamia y sobre todo
en Crimea. Desgraciadamente por la razón señalada arriba en Necesidad y
Proceso, los manuscritos hebreos son comparativamente recientes, ninguno
anterior al siglo décimo o quizás el noveno. El "Codex Babylonicus" de
los Profetas, de S. Petersburgo que lleva la fecha 916, pasa
generalmente por el más antiguo. Según Gingburg, sin embargo, el
manuscrito numerado "Oriental 4445" del museo británico data de mediados
del siglo noveno. Pero las cifras escritas en ciertos manuscritos no
son de fiar.( ver sobre esto Neubauer, "Earliest manuscripts of the Old
Testament" en "Studia Biblica", III, Oxford, 1891, pp. 22-36.) Cuando
los manuscritos hebreos se comparan entre si es sorprendente encontrar
la fuerte semejanza que existe. Kennicott y De Rossi, que reunieron las
variaciones, las encontraron poco importantes. El hecho produce al
principio una impresión favorable y nos inclinamos a creer que es muy
fácil restaurar el texto primitivo de la Biblia Hebrea, por lo
cuidadosamente que han trabajado los copistas. Pero la impresión cambia
cuando consideramos que los manuscritos están de acuerdo hasta en las
imperfecciones materiales y en los errores más conspicuos. Así todos
ellos presentan en los mismos lugares letras que son más grandes o más
pequeñas de lo normal, que están colocadas sobre o bajo la línea, que
están invertidas y a veces sin terminar o rotas. Además, aquí y allí, y
precisamente en los mimos lugares se pueden notar espacios indicando un
hiato; y finalmente sobre ciertas palabras o letras hay puntos que tenía
la intención de anularas. (ver Cornill, "Einleitung in die Kanon.
Bücher des A. T.", 5th ed., Tübingen, 1905, p. 310.)
Todos estos fenómenos llevaron a Spinoza a sospechar, y permitió a
Paul de Lagarde demostrarlo (Anmerkungen zur griechischen Uebersetzung
der Proverbien, 1863, pp. 1, 2) , que todos los manuscritos hebreos
conocidos provienen de una sola copia de la que reproducen hasta las
faltas y las imperfecciones. Esta teoría está aceptada en general y la
oposición que ha encontrado ha servido para más clara su verdad. Hasta
se ha hecho más específica y se ha demostrado hasta el punto de mostrar
que el texto actual de nuestros manuscritos fue establecido, y por así
decirlo, canonizado, entre el primero y segundo siglo de nuestra era, en
una época, es decir, después de la destrucción del Templo y el colapso
de la nación judía, cuando todo el judaísmo se redujo a una escuela. De
hecho este texto no difiere del de S. Jerónimo usado para la Vulgata,
Orígenes para su Hexapla y Aquila, Simaco y Teodoto para sus versiones
del Antiguo Testamento, aunque se aleja mucho del texto seguido en los
Septuaginta. A medida que los siglo pasaban entre la composición de los
varios libros del Antiguo testamento y la determinación del texto
Masorético, es probable que se introdujeran modificaciones más o menos
serias, más aún porque en el intervalo habían ocurrido dos sucesos
particularmente favorables para la corrupción textual, es decir un
cambio en la escritura – el antiguo fenicio dejó paso al cuadrado hebreo
– y un cambio en el deletreo que consistía , por ejemplo, en la
separación de palabras antes unidas y en el frecuente y bastante
irregular uso de matres lectionis. Las variantes sobrevenidas pueden
tenerse enguanta comparando las partes paralelas de Samuel y Reyes con
los Paralipómenos y sobre todo reuniendo pasajes reproducidos dos veces
en la Biblia, como Ps. xvii (xviii) con 2 Samuel 22, o Isaías 36-39, con
2 Reyes 18:17-20:19. [Ver Touzard, "De la conservation du texte hébreu"
en "Revue biblique", VI (1897), 31-47, 185-206; VII (1898), 511-524;
VIII (1899), 83-108.]
Una consecuencia evidente de lo que dicho es que la comparación
de manuscritos existentes no ilumina sobre los Masoretas, pero no sobre
el texto primitivo. Sobre este tema el Mishna y por razones aún más
importantes, el resto del Talmud no puede enseñarnos nada, puesto que
son posteriores a la constitución del texto masorético. Tampoco el
Targum por la misma razón y porque pueden haber sido retocados desde
entonces. Por consiguiente, fuera del texto masorético nuestras únicas
guías son le Pentateuco Samaritano y la Versión de los Septuaginta. El
Pentateuco Samaritano nos ofrece una recensión independiente del texto
hebreo, datada en el siglo cuarto antes de Cristo, es decir, una época
en la que los Samaritanos, bajo el su sumo sacerdote Manasés, se
separaron de los judíos; y esta recensión no es sospechosa de cambios
importantes excepto en la inofensiva de cambiar el monte Garizim por el
monte Hebal en Deut., xxvii, 4. La versión de los Septuaginta, sabemos
que fue comenzada, si no terminada, hacia el 280 a.C.. Para Paul de
Lagarde corresponde el mérito de atraer la atención de los especialistas
sobre el valor de los Setenta para una edición crítica de la Biblia
Ediciones críticas del texto hebreo: Después de la publicación
de los Salmos en Bolonia en 1477, del Pentateuco en Bolonia en 1432, de
los Profetas en Socino en 1485 y de los Hagiógrafos en Nápoles en 1487,
apareció el Antiguo Testamento completo en Soncino (1488), en Nápoles
(1491-93), en Brescia (1494), en Pesaro (1511-17), y en Alcalá
(1514-17). Después, entre 1516 y 1568 llegaron las cuatro Biblias
Rabínicas de Venencia. En la segunda, editada por Jacob ben Hayim e
impresa por Bomberg en 1524-1525, que generalmente se considera que
tiene el textus receptus (texto recibido). La lista de las innumerables
ediciones que siguieron la da Pick en su "History of the Printed
Editions of the Old Testament"en "Hebraica" (1892-1893), IX, pp. 47-116.
Para las más importantes, ver Ginsburg, "Introduction to the
Massoretic-critical edition of the Hebrew Bible" (London, 1897),
779-976. las ediciones más frecuentemente reimpresas son probablemente
las de Van der Hoogt, Hahn, y Theile; pero todas esas ediciones antiguas
han sido suplantadas por las de Baer y Delitzsch, Ginsburg, y Kittel,
que se consideran más correctas. La Biblia de Baer y Delitzsch apareció
en fascículos en Leipzig, entre 1869 y 1895, aunque quedó incompleta (el
Pentateuco, excepto el Génesis). Ginsburg, autor de la “Introducción”
mencionada arriba” ha publicado una edición en dos volúmenes (Londres,
1894). Finalmente Kittel que llamó la atención sobre la necesidad de una
nueva edición (Ueber die Notwendigkeit und Möglichkeit einer neuen
Ausgabe der hebraïschen Bibel, Leipzig, 1902) ha publicó un (Leipzig,
1905-06) con la ayuda de varios colaboradores Ryssel, Driver y otros.
Casi todas las ediciones mencionadas hasta aquí reproducen el textus
receptus corrigiendo los errores tipográficos e indicando las variantes
interesante; todos se adhieren al texto masorético, es decir, al texto
adoptado por los rabinos entre los siglos primero y segundo de nuestra
era y que se halla en todos los manuscritos hebreos. Un grupo de
académicos alemanes, ingleses y americanos bajo la dirección de Haupt
publicaron una nueva edición con los nuevos cocimientos críticos. Las 20
partes de esta Biblia aparecieron en Leipzig, Baltimore, y Londres, y
se la conoce en general como “Bilbia Polícroma”, porque utiliza colores
para distinguir las distintas fuentes. Las distintas partes publicadas:
Génesis (Ball, 1896), Levítico (Driver, 1894), Números (Paterson, 1900),
Josué (Bennett, 1895), Jueces (Moore, 1900), Samuel (Budde, 1894),
Reyes (Stade, 1904), Isaías (Cheyne, 1899), Jeremías (Cornill, 1895),
Ezequiel (Toy, 1899), Psalmos (Wellhausen, 1895), Proverbios (Kautzsch,
1901), Job (Siegfried, 1893), Daniel (Kamphausen, 1896), Ezra-Nehemías
(Guthe, 1901), y Crónicas (Kittel, 1895); Deuteronomio (Smith). No hace
falta decir que como en todos los casos en los que se ha intentado
restaurar el texto primitivo de ciertos libros, los editores de la
“Biblia Polícroma” permiten un amplio margen a la crítica subjetiva t
conjetural
Texto Griego del Nuevo Testamento
Uso del aparato crítico: La gran dificultad a la que se enfrenta el
editor de Nuevo Testamento es la variedad sin fin de documentos a su
disposición. El número de manuscritos aumenta tan rápidamente que no hay
una lista absolutamente completa. El "Die Schriften des N.T." (Berlín,
1902), de Von Soden, enumeras 2328 distintos manuscritos, sin contar los
leccionarios (Epístolas del Evangelio), y otros que se van añadiendo.
Hay que reconocer que muchos de ellos estos textos son fragmentos de
capítulos o hasta de versículos. Esta enorme masa de manuscritos está
estudiad imperfectamente y algunas copias son solo son conocidas porque
figuran en los catálogos. Los mismos grandes unciales no están aun
reunidos y muchos de ellos solo muy han estado a disposición de los
críticos. La clasificación genealógica, sobre todo, está incompleta y
muchos puntos fundamentales aun se discuten. El texto de las principales
versiones y de las citas patrísticas aun no está satisfactoriamente
editado y la relación genealógica de todas estas fuentes de información
aún no ha sido determinada. Estas dificultades tan variadas explican la
falta de acuerdos por parte de los editores y la falta de conformidad en
las ediciones críticas publicadas.
Breve historia de las ediciones críticas y principios seguidos
por los editores: El primer Nuevo testamento publicado en griego es el
que forma el quinto volumen de la Políglota de Alcalá, cuya impresión
se terminó el 10 de enero de 1514, pero que no fue entregada al público
hasta 1520. Mientras tanto, a principios de 1516, Erasmo había publicado
su colección completada rápidamente en Basilea. La edición que salió de
las prensas de Aldus, de Venencia en 1518 es simplemente una
reproducción de la de Erasmo, pero la de Robert Estienne de 1546, 1549,
1550 y 1551, las tres primeras en París y la cuarta en Génova, aunque
basadas en la políglota de Alcalá ,presenta variantes de unos quince
manuscritos y en la última, de 1551, se introduce la división de
versículos que ahora está en uso. Las diez ediciones de Teodoro Beza que
aparecieron entre 1565 y 1611 difieren poco de la última de Robert
Estienne. Los hermanos Elzevir, Buenaventura y Abraham, impresores de
Leyden, siguieron a Estienne y Beza muy de cerca. Su pequeñas ediciones
de 1624 y 1633, tan convenientes y tan apreciadas por los amantes de los
libros, proporcionan lo que se ha acordado como el textus receptus. --
"Textum ergo habes nunc ab omnibus receptum, in quo nihil immutatum aut
corruptum damus" (Edición de 1633).
Baste mencionar aquí las ediciones de Courcelles (Amsterdam,
1658) y Fell (Oxford, 1675), que también se adhieren al textus receptus
de Elzevir, y las de Walton (Londres, 1657) y Mill (Oxford, 1707), que
reproducen en sustancia el texto de Estienne, pero enriquecido por la
edición de variantes recogidas de numerosos manuscritos. Los principales
editores que siguieron --Wetstein (Amsterdam, 1751-1752), Matthæi
(Moscú, 1782-1788), Birch (Copenhage, 1788), y los dos católicos, Alter
(Viena, 1786-1787), y Scholz (Leipzig, 1830-1836) son notables sobre
todo por la abundancia de nuevos manuscritos que descubrieron y
reunieron. Pero debemos limitarnos aquí a una apreciación de los mejor
conocidos editores como Griesbach, Lachmann, Tregelles, Tischendorf,
Westcott y Hort. Griesbach, en su segunda edición (1796-1806) aplicando
la teoría sugerida poco antes por Bengel y después desarrollada por
Semler, distinguió tres familias de textos: la alejandrina, representada
por los códices A,B y C, por las versiones coptas y las citas de
Orígenes; la familia occidental , representada por D de los Evangelios y
los Hechos, por los códices bilingües, las versiones latinas , los
Padres latinos; y finalmente la familia bizantina, representada por la
masa de otros manuscritos y por los Padres griegos del siglo cuarto en
adelante. Hubiera sido decisivo que se hubieran intentado las
concordancias de estas dos familias pero desafortunadamente la
clasificación de Griesbach es cuestionada por muchos y se ha demostrado
que las concordancias entre Orígenes y la llamada familia alejandrina en
gran parte imaginaria. Lachmann (Berlin, 1842-1850) intentó reconstruir
su texto sobre bases muy estrechas. Solo tuvo en cuenta las antiguas
versiones latinas y los grandes unciales, muchos de los cuales eran
entornes o completamente desconocidos o de forma imperfecta.
En las variantes, elegía la opinión de la mayoría, pero se
reservaba para sí la corrección conjetural del texto así establecido –un
método defectuoso que su sucesor Tragelles no evitó lo suficiente en su
edición (1857-1872), obra de toda una vida, completada por sus amigos.
Tischendorf contribuyó con no menos de ocho ediciones del Nuevo
Testamento en griego, pero hay las diferencias. Según Scrivener
(Introducción, II, 283) la s La séptima edición difiere de la tercera en
1396 lugares y en 595 vuelve al texto recibido. Después del
descubrimiento del Sinaítico, que tuvo el honor de descubrir y publicar,
su octava edición está en desacuerdo con las precedentes en 3369
lugares. Tal cantidad de variaciones no pueden inspirar otra cosa que
desconfianza. Tampoco la edición de Westcott y Hort (Es Nuevo
Testamento, en el original griego, Cambridge y Londres 1881) ganó la
aprobación universal. Después de haber eliminado por turno cada una de
las grandes familias de documentos que ellos designan como Sirias,
Occidentales y Alejandrinas, los editores se basan exclusivamente en un
texto “neutral”, representado solo por el “Vaticanus” y el “Sinaiticus, y
en caso de descuerdo entre esos dos grandes códices, solo por el
“Vaticanus”. La excesiva preponderancia dada así a un solo manuscrito
fue criticada de manera especial por Scrivener (Introduction, II,
284-297). Finalmente la edición de Von Soden (Die Schriften des N. T. in
ihrer ältesten erreichbaren Textgestalt) levantó muchas controversias
hasta antes de aparecer. (Ver "Zeitschrift fur neutest. Wissensehaft",
1907, VIII, 34-47, 110-124, 234-237.)
Bibliografía: Las enciclopedias y diccionarios de la Biblia no tiene un
artículo especial sobre la crítica textual que trata de manera
particular con el texto bíblico, pero la mayoría de las introducciones a
la Escritura dedican uno o varios capítulos a este tema, por ejemplo
UBALDI, Introductio (5ª ed., Roma, 1901), II, 484-615 (De critica
verbali sacrorum textuum); CORNELY, Introductio (Paris. 1885), I,
496-509 (De usu critico textuum primigeniorum et versionum antiquarum);
GREGORY, Prolegomena to 8th ed. of TISCHENDORF (Leipzig, 1884-1894);
SCRIVENER, Introduction (4ª ed., Londres 1894) II, 175-301; NESTLE,
Einführung in das griech. N. T. (2nd ed., 1899) y HOLTZMANN, Einleitung
in das N. T. (Freiburg-im-Breisgau, 1892). Las siguientes pueden ser
citadas como monografías: PORTER, Principles of Textual Criticism
(Belfast, 1848); DAVIDSON, A Treatise of Biblical Criticism (1853);
HAMMOND, Outlines of Textual Criticism (2nd ed., 1878); MILLER, Textual
Guide (London, 1885); HORT, The N.T. in the Original Greek: lntroduction
(2ª ed., Londres 1896). Esta obra, como algunas de las que le preceden ,
tratan principalmente de la critica del Nuevo Testamento, sin embargo
toda la segunda (pp. 19-72, The Methods of Textual Criticism) discute
las cuestiones generales. En (b) Versiones y (c) Citas en el epígrafe
Principios generales, cf. BEBB, The Evidence of Early Versions and
Patristic Quotations on the Text of the Books of the New Testament en II
del Studia Biblica et Ecclesiastic de Oxford.
Fuente: Prat, Ferdinand. "Biblical Criticism (Textual)." The
Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908.
<
http://www.newadvent.org/cathen/04497a.htm>.
.
Traducido por Pedro Royo